Un crítico porteño haciéndose eco de la protesta suscitada a raíz del estreno de la última obra de Vacarezza, arremete duramente exponiendo a su vez lo que piensa de los sainetes:
“La incidencia ocurrida anoche en un teatro local durante el estreno de una obra de Vacarezza, hay que atribuirla evidentemente a una reacción de espectadores, esta vez aislada y brusca, frente a la reedición constante de tipos urbanos oriundos de países extranjeros y ridiculizados en el pergeño y en la jerga.
Nadie ignora el abuso que se ha hecho de esa pretendida pintura de tipos en nuestros escenarios, tanto que al recurso permanente de la rivalidad del “gallego” y del “tano” se le atribuye, no sin razón, la visible decadencia del género chico criollo. El sainete está muerto no porque sea un género desdeñable, sino porque los saineteros locales han perdido toda inventiva Y la más clara prueba de ese agotamiento finca en la incapacidad de prescindir del “tano” o del “gallego” como elementos reideros. Tenemos autores que no sabrían hacer hablar a sus personajes no siendo en jergas; tenemos intérpretes que no sabrían encarnar a personajes que no hablasen jergas. ¿Don de imitación fonética? ¿Aptitud colorista? ¿Facultad de observación? Sí, sin duda. Pero, ¿Cómo explicar el total desconocimiento, por lo demás desdeñado, de la lengua culta? Solamente por una rara ignorancia que invalida y descalifica.
El cosmopolitismo, la característica saliente de Buenos Aires y de la nación, no podía ni puede dejar de reflejarse en nuestro teatro costumbrista. Y los tipos extranjeros, en su valor pintoresco, ya asuman rasgos caricaturales o sean observados con crudeza patética, son utilizados en cuanto comportan una materia local. Se les mira en su aspecto de personas voluntariamente sumadas a la vida cotidiana de la ciudad y del país. Pero esa atenuación de responsabilidades en lo que concierne al extranjero, en verdad considerado como cosa nuestra, no explica, al contrario, la permanente mofa”.