Eso quisiéramos saber nosotros. Pero la verdad qué resulta inútil recurrir al teatro para hallarlo. Usted dirá lector amigo, que eso no le interesa, como no le ha interesado nunca. Para usted lo fundamental es que le ofrezcan espectáculos buenos o malos y que pueda ir al teatro cuando le acomode o cuando le sobren algunos pesos, si hay algún mortal a quien puedan sobrarles.
Sin embargo, la calidad del empresario nos interesa a todos. El público puede y debe exigir de ellos garantías morales. El empresario de un teatro es una cosa seria. De su conducta depende que a usted le den un buen espectáculo o le saqueen los bolsillos.
En estos momentos Córdoba se halla sin empresarios. Esta es la única verdad y lo que es peor, no sabemos si alguien, se atreverá a serlo. ¿Por qué? El teatro ha dejado de ser un negocio fácil, cuando más se puede pucherear, a costa de grandes riesgos. ¡Con afirmar que el año pasado los empresarios de Córdoba no podían permitirse el lujo de tomar un café con leche al finalizar los espectáculos porque en boletería no había dividendo favorable!
El mal está, y radicado sin duda en los arrendatarios de las salas. Los años y la situación económica han modificado muchas cosas y costumbres, debiéndose ajustarse a ese mismo ritmo y necesidades. Mientras no hace aún muchos años un empresario podía fácilmente monopolizar las tres salas de Córdoba, cerrando dos y trabajando en una sola, esta producía para pagar los alquileres de todas. Hoy es imposible costear el alquiler de una, como que a ese gasto debe agregarse pasajes a las compañías, impuestos municipales y derechos de autor, amén de otros gastos generales que suman un presupuesto fantástico.
En Buenos Aires, por ejemplo, se ha dado recientemente un caso elocuente. Se ha alquilado la sala del Teatro Politeama, todo un magnifico teatro y un monumento de tradición artística, por la cantidad de dos mil pesos mensuales. En Córdoba, el año pasado, hemos visto el contrato, se cobraba por una sala la misma cantidad.
No se podía esperar otro resultado que la quiebra de las empresas. Y ahora aquellos que podrían volver a trabajar en esas actividades teatrales se acuerdan del dicho aquél: “Cuando las barbas de tu vecino veas pelar”. Por eso preguntamos ¿quién será el valiente que querrá ser empresario?
Si este año en Córdoba tenemos espectáculos teatrales, será si los arrendatarios se ponen a tono con las necesidades imperantes, lo que sería en verdad una buena postura, puesto que si hay personas bien intencionadas y laboriosas, dispuestas a ser empresa de gastos, se les evitará al menos el espectáculo trágico del año pasado de no poder hacer frente a obligaciones imposibles de dar cumplimiento.