En la función de anoche, en segunda sección, se reprisó Mateo, la famosa pieza de Discépolo, que constituyó en ocasión de su estreno en la Capital Federal, y de esto hace tiempo, uno de los éxitos mejores de esa temporada.
Obra en la cual no se ha recurrido a los argumentos y recursos gastados de nuestra escena nacional, tiene la virtud de pintarnos en forma magistral un momento de la vida metropolitana en que un viejo cochero aferrado al viejo método de vida se resiste con todas sus fuerzas, desprestigiando la moderna invención del automóvil cuyos servicios le ocasionan la ruina de su profesión.
No obstante, y como dejamos dicho, tratándose de una reprise, hemos de dedicarle estas líneas reconociendo así un esfuerzo meritorio de la labor de los actores.
Arata, en su encarnación de Miguel, constituye otra magistral creación de sus múltiples cualidades de actor.
No es tarea fácil para un actor cómico desarrollar una labor como la que le toca en esta obra, pero habiéndole visto en Giácomo, por ejemplo, en que ya desaparece el vulgar cómico para dar paso al comediante serio, no nos ha extrañado esta nueva interpretación suya. Está sencillamente insuperable. Y en ciertos pasajes de la obra en que debe ser secundado por actores eficaces si no se quiere que las escenas resulten disonantes, se ha conseguido esto con la presencia de Fernández, que ha resultado el actor que complementa la labor de Arata. Los demás han estado muy bien.
En resumen, que anoche nos ha sido dado presenciar un Mateo como no lo habíamos visto…