Este año como pocos, tiene nuestra ciudad una temporada nutrida de espectáculos que si son objeto de distracción y esparcimiento no constituyen en su totalidad ni un valor artístico ni, desde luego, un éxito financiero.
Los espectáculos teatrales son los que hasta ahora van en mayor número.
Dentro de algunos debutará la Compañía Rio Platense que se presenta con un numeroso elenco, a estar por los anuncios, y con un repertorio extenso y variado.
Ante el programa compuesto en su totalidad de obras del género chico –por no llamarlo ínfimo– argentino, se nos ocurre pensar sobre el viejo problema siempre nuevo de si son los autores quienes educan el gusto, o es el público quien, con sus preferencias marcadas y por su apoyo decidido, obliga a determinada producción teatral.
El teatro, según la dialéctica literaria y la teoría social a su respecto, llena una función altamente educativa para el pueblo, corrige defectos, morigera y encauza costumbres y, en fin, es una escuela de buen gusto y de cultura.
Nuestro amor propio nacionalista, ha querido que alardeemos de un teatro nacional. No es el momento de examinar sus valores constitutivos, ni los elementos artísticos que concurren a su formación.
A nuestro propósito de hoy, nos interesan solo las causas de origen: público y autores.
Del desquicio artístico del llamado teatro nacional, es un hecho evidente que son culpables ambos, ante todo cabe una responsabilidad mayor a los autores.
Son, en efecto, muy pocas las obras nacionales realizadas con una severa honestidad y logradas como una verdadera obra de arte.
Y en esa procura de selección por propia capacidad de sus creadores, hay en realidad valores respetables reafirmados por el propósito secundario, cuando no olvidado del lucro profesional.
Los autores nacionales forman legión, porque el teatro ha resultado una gallina de los huevos de oro.
La misión del teatro ha sido así prostituida y bastardeada por gentes que carecen de escrúpulos en la misma proporción en que carecen de instrucción, de cultura espiritual y, desde luego, de gusto.
Viven en una admirable desolación de espíritu que suplen con una vanidad infamadamente pueril y con un desprecio olímpico por las gentes que silenciosamente hacen su obra de cultura para luego producir su concepción artística.
En la proporción numérica aplastante en que viven, y necesitando las empresas satisfacer la demanda pública, entregan carros de adefesios inconcebibles, cuando no van llenos de una pornografía repugnante, de obras vacías de argumento y de sentido, en que el "lunfardo" o "cocoliche" componen la factura ingeniosa y donde el "compadrito" malevo y arrabalero constituye la figura central de las elucubraciones bien despreciables.
Ellos son los creadores, los inundadores del género chico, comedietas, revistas y sainetes, que estragan el gusto y adulan sentimientos groseros del público que se haya extraviado por los mismos “creadores de tanta belleza”.
Concurre a este verdadero desastre el público que no teniendo quien le eduque el gusto con buenas, y en su necesidad bien humana de esparcir el espíritu tras la brega diaria, acepta lo que le ofrecen y aplaude agradecido.
Tal es a desorientación de los concurrentes a las salas de representaciones, que cuando se les ofrece una obra enjundiosa, bella y realmente artística, o no la comprenden o no la sienten no siendo por consiguiente de su agrado hasta que la eliminan de los carteles, por razones obvias que sobra el mentar.
En cambio el cabaret del cual se ha hecho un abuso incalificable que no tiene ningún valor de arte, desde luego, la “milonga” asqueante y arrabalera que no enseña nada ni puede ser vehículo de emociones artísticas se aplauden frenéticamente y sus inventores, reafirmados en su "acierto creador” siguen produciendo escenas y más escenas de histéricas, cocainómanos y tal cual indio de frac, que la emprende a tiros y botellazos para festejar su cumpleaños como si alguien tuviera la culpa de que hubiera nacido.
De toda esta obra de desperdicio, son contados los sainetes y los sainetes modelos aquellos maestros, estos que llenan la función teatral dando al público un pedazo de vida encarnado en unos cuantos personajes llenos de emoción y de ver y en síntesis una obra artística.
Y eso, lo vamos a constatar, con la compañía que debutará dentro de unos días.