Cada día despierta más interés la próxima representación de La Cena del Rey Baltasar, una de las más celebradas obras de D. Pedro Calderón de la Barca.
Su acción se desarrolla en la fastuosa corte de Babilonia con lo que está dicho que el decorado es fantástico y la indumentaria de gran riqueza. La obra evoca toda la magnificencia oriental y da una idea exacta del lujo refinado de aquellos países de ensueño. El espectáculo no puede ser en si más fascinador y atrayente.
Por lo que hace al argumento del autor el fondo lo constituye un hecho del pueblo de Israel. Cautivo éste en Babilonia, vivía la vida miserable del proscrito mientras sus vencedores lo ultrajaban de mil maneras, sobre todo haciendo escarnio de sus creencias. En torno de estos hechos históricos el genio de Calderón ha urdido la hermosa trama que culmina en la famosa cena en que Baltasar profanó los vasos sagrados que su padre Nabucodonosor había llevado del templo de Jerusalén. Hay en este episodio materia suficiente para una tragedia, que eso es en definitiva, el auto a que nos referimos: una doble tragedia: la de Baltasar que muere a manos de los medas, y la de su impero que fenece al mismo tiempo.
En la escena, en que Baltasar muere, hay ciertamente un ambiente de tragedia que lleva al ánimo del espectador el escalofrío de la emoción. No le falla en belleza y en intensidad, pero de otra especie, la escena final en que el profesor Daniel, en un éxtasis de vidente vislumbra el porvenir y anuncia la Eucaristía, con cuya apoteosis termina la obra.
Por esta síntesis del argumento, comprenderán nuestros lectores, la alta calidad del espectáculo que el Comité Español pro XXXII Congreso Eucarístico Internacional ofrecerá a la sociedad cordobesa el día 30 del corriente.