“La primera de la serie”. La Voz del Interior, 5 de Julio de 1931: 10

“El avispero político”, pieza de sátira sobre motivos de actualidad fue festejada anoche en el Novedades.

Es la primera de la serie. Tal lo suponemos, porque es de imaginar que el espíritu de emulación, siempre atento para lanzarse a la conquista del público, ha de hacer que se repita el plato entre nosotros, ya sea con nuevas “elaboraciones”, o con algunas de las piezas similares estrenadas en Buenos Aires y que fueron la inyección revivificante de varias temporadas en trance de extremaunción o poco menos. Ramírez rompió el fuego con una obra destinada exclusivamente a los comentarios humorísticos sobre política de actualidad, estrenando ayer El avispero político, que llevó a su sala una concurrencia nutridísima. Es que el público es siempre afecto a ver estas cosas que, tomando en broma lo que no deja de tener su gravedad, se solaza con el comentario jocoso, cuando éste es fruto de observaciones o de iniciativas que lleguen hasta él en el tono fácil conque los autores de esos cuadros que forman El avispero político, han logrado hacerlo, sin peligro por ello de sufrir un ataque de meningitis.

No es sin embargo tarea fácil la de bordear con habi1idad los asuntos para evitarse los resquemores que pudieran producirse al herir susceptibilidades, Ya que el tema político, para agradar a todos por igual, es un jueguito de toma y daca en el que lo esencial es no apasionarse con exceso. Los autores de El avispero político salen en ese sentido, airosos: barajan acontecimientos con habilidad, y ponen la nota cómica sin que sea pródiga, pero por lo menos lo suficiente para exteriorizar chispazos de ingenio, a lo que debe agregarse en general un lenguaje sencillo y sin rebuscamientos, que por lo general termina en remate feliz. No falta tampoco el comentario con brío hacia los cadetes, en versos que parodiando a los de Los cadetes de la Cazcuña del Cyrano, son de un tono enfático que, por cierto, gustan.

Predomina en la serie de cuadros que constituyen esta obra, notablemente reidera que en ocasiones provoca la carcajada franca y espontánea, dando en general en un tono de gracia fácil, que ofrece en el final  la nota simpática de una invocación a la Patria, siempre respetable por su propia significación.

El público ha gustado de la obra. Esto es evidente ante las manifestaciones de aplauso que fueron jalonando su desarrollo asegurando su permanencia en el cartel durante varios días.

En cuanto a los personajes, hubo alguna caracterización muy feliz, siendo de destacarse la realizada por Varela y otra por Rodríguez en un personaje (Palacios), que siempre resulta fácil por lo sobresaliente de sus rasgos y por su “hábito”.