El diario Córdoba, en su edición de ayer, emitió el siguiente juicio sobre la comedia de nuestro compañero Francisco Mateos Vidal, estrenada por la Compañía de Fanny Brenna:
El estreno de la comedia de Francisco Mateos Vidal, La dama, el caballero y el ladrón, ofrecido anoche en el teatro de la calle Rivadavia, ha impresionado muy favorablemente al auditorio, tanto así la ajustada interpretación y por momentos brillantes que le dio el elenco. Fanny Brenna supo imponerle cautivadora feminidad a su personaje, no fácil ciertamente, aunque tampoco difícil para una actriz de su categoría. Matizó con singular dominio de la escena los rasgos espirituales de la esposa desdichada y transmitió sin excitarse demasiado la emoción que la embargaba en los momentos dramáticos. Arellano puso al servicio de su rol de “caballero” su destreza de comediante veterano, y Sorlant estuvo particularmente bien en su papel de “ladrón”. Hay mucha pasta de artista en este señor. Es muy equilibrado, sabe decir con intención y con el acento requerido y acomodar el rostro, el ademán y la postura para darle sabor a la frase. El público celebró la actuación del terceto con frecuentes demostraciones de simpatía.
En cuanto a la obra de Vidal, que figura entre los mejores aciertos de su producción, gusta por la modernidad de su construcción, por la vivacidad del diálogo, por la pulcritud de la prosa y la gracia honesta que destila. Acaso resulte un poco débil la trama y por momentos cinematográfica, pero no hay duda que Vidal ha querido que las cosas “sucedan” a la vista del espectador porque del hecho se desprende más certeramente la emoción, y la emoción es el lenguaje teatral por excelencia. Luego tiene notas originales, como la del prólogo, y sátiras oportunas y réplicas ingeniosas que agrada oír, sobre todo ahora que nuestro teatro está anegado de grosería y de ortografía heteróclita. Es de anotar, sin embargo, entre los defectos de fácil percepción, el desequilibrio entre la agilidad mental del “ladrón” y la torpeza del “caballero”.
Ahora bien, si la intención de Vidal ha sido la de demostrar que la felicidad del matrimonio es imposible cuando faltan los vínculos espirituales, es evidente que ha obtenido más de lo que se propuso, ha trazado un cuadro real, con personajes humanos, de la familia burguesa edificada sobre el egoísmo y la hipocresía. Vidal no ofrece el remedio, porque tampoco la obligación del dramaturgo es curar, sino exponer. Ese es otro de sus aciertos.
Agreguemos, para terminar este sucinto comentario, que, con esta obra, Mateos Vidal ha consolidado una buena situación dentro de los escritores nacionales de teatro y que, a juzgar por la maestría con que discurre en el clima de la ficción en La dama, el caballero y el ladrón, se puede esperar mucho de su talento.