Ya se dijo ayer en este diario, que en la “Fiesta de los Autores”, celebrada anoche en el Teatro Odeón, habría de todo lo que aconseja la farmacopea de los festivales de su índole. Y así lo ha sido; en nada hubo error, como no sea en sólo una cosa; porque la velada no terminó a las tres de la madrugada, como se supuso, sino a las dos. En lo demás, todo pasó como lo previmos.
Y ¿qué tal estuvo aquello? ¡Magnífico, hombre, estupendo! La casi totalidad del programa era obra de periodistas y los periodistas, está requetesabido, es la mejor gente del mundo; la de más luces, la de más talento. Los más altos poetas, dramaturgos, pintores, músicos, en fin, lo mejor de lo mejor, está entre los periodistas ¿Hay osado que se atreva a dudarlo?; ¿no lo dicen acaso todos los diarios?
Lo de anoche, pues, resultó como de periodistas. Hemos visto y oído en curiosa amalgama tres comedias, dos discursos, un padre de la patria sobre las tablas, un maravilloso Nocturno, banda de música, un formidable poema, tango, tonadillas picantes, algunos versos más, la entrega de un pergamino y muchos abrazos.
Pero hemos visto más; algo que sólo a nosotros nos ha sido dado ver; porque para ello, más que ojos, es necesario un espíritu tranquilo: hemos visto a Satanás.
Andaba por el proscenio, hizo de cómico, recitó poesías, movía los hilos de aquel teatro de fantoches, era el factotum de la fiesta y cambió de traje repetidas veces; aunque con el frac, era el diablo tal como le habíamos soñado: mucho más grande que la creación de Goethe, pues él era Satán y Fausto al mismo tiempo.
Nosotros, demás está decirlo, nunca creímos en el Diablo; pero desde anoche sabemos lo que es el diavolismo.
¿Alguien más que nosotros ha visto anoche al Diablo?, ¿No? Lo lamentamos. Valía la pena haberle visto
Es todo lo que podemos decir de «La fiesta de los autores».- X X.