Un magnifico éxito, tal como se preveía, alcanzó la “Fiesta de los Autores” realizada anoche en el Teatro Odeón.
Podemos asegurar sin excesos que pocas veces, –acaso nunca– se ha celebrado en Córdoba un festival de su índole tan completo, tan representativo y tan concurrido.
La sala presentaba un magnífico aspecto, llena totalmente por lo más selecto de nuestro mundo intelectual y social.
El programa se desarrolló con éxito creciente para todos sus números, que fueron ruidosamente aplaudidos.
La fiesta terminó a las primeras horas de la madrugada, circunstancia que nos impide hacer una crónica en detalle. Mañana lo haremos, señalando los éxitos sobresalientes de la espléndida velada.
Como anticipo auspicioso, adelantamos el hermoso discurso pronunciado por Raúl W. de Allende.
Helo aquí:
Señoras:
Señores:
Vengo en un honroso envío del Círculo de Autores, a poner bajo vuestro alto auspicio sus propios prestigios conquistados en lides reconfortantes donde concursaron por igual, el ingenio, el talento y la emoción.
A vosotras, señoras, que ponéis en este festival de los autores, el calor de vuestra belleza y el perfume de vuestro sutil y delicado espíritu, que os vemos como a las flores del camino que se inclinan al paso de la brisa, como un estímulo a su carrera, como una caricia que anima su ruta, nuestra más grave salutación en el gesto reverente, nuestra más galana y varonil sonrisa, que diga de nuestra satisfacción, que diga de nuestro orgullo de cruzados, al ver que blancas manos se elevaron como una bandada de albas y menudas palomas, como una tenue nube de humo que irá a envolver el penacho del triunfador. Y sea éste el más anhelado, el más alto, el más brillante de todos los galardones.
A vosotros, señores, que ponéis de vuestra parte el control de vuestro intelecto y la sanción de vuestro gusto, os estrechamos la mano caballerescamente: los que se dedican por una suprema necesidad espiritual al cultivo de las artes, han menester de vuestro concurso que es siempre beneficioso, porque discutiendo se mejora, sancionando se estimula.
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Señoras:
Señores:
Este festival inaugura hoy un capítulo de nueva vida, que ha de repetirse año a año: la buena y fecunda savia de esta sana juventud que se levanta, tiene la arrogancia heroica de enfrentarme a la vida sin más armas ni bagajes que su ideal y su sinceridad. Así la vemos en un gesto de valiente hidalguía, adornándose con el penacho soberbio de su pensar hondo y altivo, defendiéndose con el bruñido escudo de su corazón brioso pero justo y empuñando como lanza donde flamea orgullosa la banderola de su ideal, la pluma del poeta, del periodista o bien la del dramaturgo o la del prosista.
Por eso este festival tiene para Córdoba un alto, un trascendental significado. A fuerza de pecar de inmodestia –pecado cuyo perdón fácilmente se alcanza demandando a vuestra bondad– bien podemos aseverar que este resurgimiento intelectual, marca una fecha, delimita una época, y el día de hoy alzarase en la senda tortuosa de todos los días como una blanca piedra que dirá al pasar al peregrino de mañana: atrás quedó el propósito que se probó sano y bien encaminado; de aquí en adelante solo habrá obra, porque nuevos dioses bajaron a llenar de cristalinas aguas la clara fuente donde la juventud de ahora, abreva su inteligencia y depura su corazón.
Nunca vio Córdoba brotar de su seno preñado de pecado eclosional, pero también lleno de trágicas pudibundeces, un grupo más fraternizado, ni que pueda hacer tan envidiable alarde de la unión de sus miembros que son numerosos, como este Círculo de Autores.
Esta asociación fundada solo hace dos años, se ha compenetrado reflexiva y serenamente de la misión que ahora está cumpliendo, que no por cierto se la abrogó, sino la que las circunstancias, el tiempo y quienes a su sombra generosa fueron a buscar descanso y nuevas fuerzas perdidas en el asoleado caminar de los últimos diez años, le han dado, poniendo a su servicio como equivalente compensativo, su fe y su talento y el propósito firme como una creencia, tenaz como una esperanza y valiente como una lucha entre el pasado y el presente de vindicar a esta Córdoba docta, del ignominioso delito de que se la está acusando a diario: de ser estéril, de haber perdido su fecundidad envidiable y admirada de los viejos tiempos.
No es darse mayor valor del que las circunstancias nos dan; es tener confianza en sí mismos, es luchar con fe en las propias fuerzas, es ir al combate, con la convicción irreductible de vencer leal, honestamente.
He aquí, señores, que esta noche, maguer la injusta turba de epítetos con gracejo, y de sonrisas de ironía de pontífices que llevan, en los labios dibujada una mortal sentencia a todo lo nuevo, a todo lo que nace, que es bello por solo ese hecho, se presenta en Córdoba el conjunto de producción local más nuestro, más nutrido y que os revelará que no nos hemos unido en un grupo de vanos quiméricos, sino un puñado de ilusiones que principiando a volar muy alto. Porque así lo exigía el ambiente, ha ido bajando hasta la cumbre más baja, para reemprender el ascenso que ahora nos será fácil, porque el camino que no se conoce se presiente.
Este Círculo está comprometido ante su conciencia misma, al desarrollo de una campaña artística amplia, sin reticencias enfermizas y estrechas y en su seno se acoge a todo aquel que tan sólo diga “me siento artista”, porque ni siquiera se exige que lo sea, porque tal nombre lo adjudica sólo una respetable entidad: vosotros, señores.
Nuestra hermandad, ha abierto sus brazos y en ellos iba palpitando el corazón, para tributar homenaje, al colega e ilustre hombre de letras José de Maturana, brazos que han de abrirse y corazón que se hinchará de sinceridad, ante todo enamorado del arte que peregrino llegue a este llano, a ver cómo en el confín, la serranía se dora, y se pone lila como en un desmayo, esperando al cantor de fuera que la emocione con su emoción, que la enternezca con su ternura y la espante con su tragedia a cambio de sus ríos, de sus yerbas, de sus zorzales y sus perfumes.
Es ese nuestro concepto de luchadores; solo un lema es gula, es estrella de Belén que nos hace marchar con la frente en alto pero con la mirada a la tierra: el arte por el arte mismo.
Tsuruyaku, aquel admirable y adorable japonés que floreció en el siglo X, ha dejado para la posteridad una monumental página, que escribió para el primer florilegio oficial por orden de su soberano.
Esa página que los nipones consideran justamente como la más pura joya de su lengua, contiene toda el alma poética del antiguo Jamato y también algo del alma eterna del mundo.
“Oyendo al ruiseñor que trina entre las flores, o a la rana que charla en el agua, nos convencemos de esta verdad: que entre las cosas vivas no hay una sola que no cante.” La frase resume la enseñanza del viejo maestro: Todo canta, todo ama, todo palpita. El arte es la vida. Entre el aullido de la fiera que sufre y el gorjeo del ave que goza, no hay, desde el punto de vista de la naturaleza diferencia ninguna.
La teoría de Taine, que el “vicio y la virtud son dos productos naturales como el vitriolo y el azúcar”, está encarnada en nosotros como canon literario. Con tal que el grito salga de un pecho sincero, lo mismo da que sea bello que horrible. De lo que se trata es de encarnar un sentimiento, una pasión, una verdad.
Señoras:
Señores:
Un párrafo más.
Dijo el mismo poeta amarillo, que “En el huerto de los que llevan una existencia de valor intenso, el arte es un árbol que echa raíces profundas, mientras en el jardín de los frívolos, solo es un ligero césped”. Un año en pos de otro, veréis a Córdoba, cuajada de frondosos árboles: sus hijos han puesto ahora la mirada en la lejanía que va mareando de frente el derrotero. Ellos serán como un delicado nudo de seda, que menudo, pero artístico y fuerte, una nuestro pasado con el porvenir que ha de tener más sol que luna, y sus días más largos que sus noches.
Dicha mi última palabra, os toca ahora a vosotros valorar la labor intelectual de los dos últimos años y sólo esperamos serenos vuestro fallo: si adverso, nos servirá sólo para echar nuevos cimientos y edificar de nuevo; si favorable, nos estimulará briosamente a concluir esta obra emprendida con tanto cariño y sinceridad.
He dicho.