Ya no cabe dudar; existe una corriente de mal gusto que influencia al público y autores.
El teatro, o la costumbre de ir al teatro como medio de facilitar la digestión puede que sea bueno para el estómago, pero es sumamente perjudicial para el criterio.
Los que hayan visto Pura fachada, obra que puso la compañía Podestá-Ballerini en la última sección de anoche, nos darían toda la razón.
Lo más triste del caso, es que el que arregló ese sainete, pochade, farsa o lo que sea, es el señor Edmundo Bianchi, autor que tiene obras de verdadero mérito.
Es lamentable que el que hizo aquella, trate ahora de retrasar el teatro al punto de hacer una obra más apropiada al circo: falsa, ridícula, falta de originalidad, en la que figuran recursos tan conocidos como los de Dr. Franz, cirujano, que a su vez es copiado de La muela del juicio y ésta de Entre doctores.
Tampoco podían faltar Los martes de las de Gómez, además, antigüedades pero sin gracia, lánguido, pesado.
Es una verdadera lástima que autores como Bianchi sean arrastrados por la corriente del mal gusto imperante.
Conste que aquí no decimos nada de los actores, pues, cualquier incorrección que hicieren, está sobradamente justificada, pues para comedias de pista no se pueden pedir filigranas sino brochazos.