La segunda representación de La canción que no muere, realizada anoche en el Teatro Rivera Indarte confirmó ampliamente el éxito del estreno.
Su autor, el joven poeta Raúl V. Martínez, recogió nuevamente nutridos aplausos, digna coronación de su noble, meritorio y prometedor esfuerzo.
La falta de espacio nos impidió ayer referirnos a la interpretación A su respecto digamos hoy, justicieramente, que es digna de los mayores encomios.
Manolo Fernández y los suyos han interpretado la obra con fidelidad y cariño, constituyéndose en auxiliares poderosos del éxito.
María Lopetegui hizo de princesa en forma magistral, dando al personaje mayor relieve del que tiene por sí. María Hernández compuso admirablemente el papel de dueña dando una nueva prueba de su talento interpretativo; Anita Lopetegui tuvo a su cargo el papel de trovador, mostrándose, como siempre, ajustada y eficaz.
Del grupo masculino merecen especial mención Manolo Fernández, cuya creación del bufón es un verdadero alarde artístico, y Amodeo, que mantuvo gallardamente su papel de conde; Montero, oportuno y feliz.