Acaba de celebrarse la fiesta de los trabajadores, esta vez con la participación de las escuelas, de acuerdo con una resolución del Ministerio de Educación. Y aunque las demostraciones de camaradería de los estudiantes hacia los obreros han carecido de la espontaneidad que hubiera sido de desear, no censurable, por cierto, la iniciativa en ese sentido, dado que tiende a lograr el acercamiento entre los trabajadores intelectuales y materiales, a los que algunas políticas pretenden distanciar creando el odio y tratando, así, de dividir la familia argentina, como si ello fuera posible en un país como el nuestro, donde, abolidos para siempre los títulos de nobleza, jamás podrán existir las clases sociales, según lo establecen claramente los principios de la Constitución Nacional, y en cuya virtud todos los hombres son iguales ante la Ley.
El músculo y el cerebro son los factores en que se cimenta la grandeza de un pueblo. Su concurso es absolutamente imprescindible en todos los órdenes, de la vida y de ahí que la actividad intelectual y la material hayan de intervenir un conjunto para lograr el bienestar general, fin primordial de la convivencia de los hombres. ¡Qué sería de un pueblo constituido solamente por obreros, y qué del integrado exclusivamente por intelectuales! Difícil resulta prever cuán desastrosos serían los destinos de estas congregaciones.
Por eso absolutamente necesaria la mutua comprensión entre esos dos tipos de trabajadores y su colaboración estrecha en pro de la felicidad de todos.