“Homenaje a Sánchez. La velada de anoche. Un acontecimiento artístico”. La Voz del Interior, 17 de Noviembre de 1911: 5

Con todo éxito llevose a cabo anoche en el Teatro Novedades la función que patrocinaba el Círculo de la Prensa, en homenaje a la memoria de Florencio Sánchez.

El programa se cumplió sin tropiezos, resultando el festival un verdadero acontecimiento artístico.

Abrió el acto el señor Miguel Rodríguez de la Torre, que pronunció el conceptuoso discurso que publicamos más abajo, siendo muy aplaudido por el numeroso auditorio, que estimó digna la pieza del homenaje de la noche.

La Compañía Arellano estuvo a la altura de siempre representando La Gringa y Cédulas de San Juan, dos notables concepciones dramáticas de Sánchez.

He aquí la palabra del señor Rodríguez de la Torre:

“Señoras, Señores:

El Círculo de la Prensa de esta capital me ha confiado la tarea de exteriorizar desde aquí una adhesión entusiasta y respetuosa a este homenaje para Florencio Sánchez. Y lo he de hacer en pocas frases despojadas de todas las galanuras de lenguaje y ajenas en absoluto a la belleza de la forma, pero saturadas en las mejores sinceridades de mi espíritu e inspiradas en la grandeza del concepto que me merece a mí, como a vosotros, el talento y la obra de Florencio Sánchez”.

Uno de nuestros más geniales y fecundos escritores: Joaquín de Vedia, inicia así su notable conferencia sobre el eximio dramaturgo:

“Había sido y había hecho ya muchas cosas; había trabajado en La Razón; de Montevideo, junto a los Ramírez; había andado por La Plata, casi comprometido en una revolución argentino, mientras se atareaba en los preparativos de otra oriental; había seguido la primera campaña de Aparicio Saravia en la guerra civil uruguaya de 1897; había escrito las Cartas de un Flojo, en las cuales rompió sus vínculos de origen con el tradicionalismo y los caudillos montaraces de los partidos de su tierra; había colaborado en El País de Buenos Aires, y en La República, del Rosario; había sentado plaza de autor en esta última ciudad con dos piezas que no conocíamos aquí: la una `prohibida por la autoridad en el momento  de su estreno, la otra estrenada y con un bello éxito Canillita; había vivido en una colonia de Santa Fe, donde acaso reuniera los elementos que debían servirle más tarde para La Gringa; había rodado, visto y aprendido mucho, cuando le vimos surgir en el triunfo sin precedentes de M’ Hijo el Dotor.

Así empieza, señores, Florencio Sánchez su ascenso a la montaña, remontándose hasta la cima con el vuelo del águila, alumbrando su pródiga senda con las fulguraciones de su mentalidad portentosa para llegar a lo alto de la cumbre y descubrir desde allí sus horizontes inundados de luz.

Se inicia en las ingratas y arduas tareas del periodismo y en ellas revela, a la vez que fibra de patriota y temple de luchador, una inteligencia asombrosamente fecunda.

Pero necesitaba ver, necesitaba rodar y necesitaba aprender, como dice de Vedia, para que entonces se produjera incesante y grandioso el chisporroteo de sus talentos.

Necesitaba vivir la vida en todas sus intensidades, en todos sus matices y en todas sus alternativas, para ser, como lo fue, profundamente psicólogo. Necesitaba rodar, poner en juego todas las actividades de su espíritu esencialmente analítico y observador, para ser, como lo fue también, un sociólogo, en la más honda acepción del concepto.

Y cuando se sintió todo eso, después de haber pasado su espíritu por el crisol de intensas emociones y nutrido su cerebro con un caudal de provechosas enseñanzas, Florencio Sánchez realiza entonces su obra, monumental grande y redentora.

Habla triunfado, porque debía triunfar. Habla triunfado su talento sobre las neutralidades mediocres, había triunfado sobre la mezquindad de las emulaciones y de los humanos egoísmos, y M’ Hijo el Dotor fue el primero y soberbio chispazo de su genio que diera nueva orientación y nuevos rumbos al teatro nacional.

Y triunfa también, más tarde, sobre la crítica de las medianías que más de una vez se enseñan en él para arrancar el mérito de sus producciones, y triunfa sin empeño, sin ambición y sin esfuerzo, porque Los Muertos y Los Derechos de la Salud, sorprendentes y vigorosas creaciones de su genio, lo empujan hacia las glorificaciones y lo consagran definitivamente como el primero entre los primeros dramaturgos de América.

Y cuando la celebridad se había adueñado de su nombre y de sus obras: cuando recién empezaba a acariciar su espíritu las cálidas ternuras de aquel nido donde habla volcado sus amores aquietando, sus alas de ave errante; cuando clareaban para él nuevas auroras que eran presagios de otros triunfos y de otras glorias, se apaga para siempre ante una irónica mueca del destino, la luz de su cerebro y se rinde ante la eterna enemiga de la vida, para entregarse en brazos de la inmortalidad que lo llama para que viva perpetuamente en ella.

Y así se fue, siempre enamorado de la clarísima visión qué lo inspiraba, dejándonos la herencia de sus obras, intensas y hermosas irradiaciones de su talento, inmenso cúmulo de saludables enseñanzas que sugieren el verdadero concepto de la moral y de la vida.

Señores: El Círculo de la Prensa de esta capital ha auspiciado esta velada en homenaje a la memoria de Florencio Sánchez, rindiendo en esa forma el culto de sus respetos, de su admiración y de sus cariños al periodista de carácter modelado en ingénitas altiveces; al pensador talentoso y fecundo; al sociólogo de espíritu audaz y penetrante; al eximio dramaturgo do concepciones extraordinariamente rápidas y brillantes, que produce toda una obra en un solo esfuerzo espasmódico y brutal; al muerto ilustre cuya memoria vive hoy encarnada en el alma argentina y que ha de perpetuar mañana el granito o el bronce para que le veneren y le admiren las generaciones venir. He dicho”.