Del Obispo de Plasencia
Al deciros, amados hermanos e hijos, en la última Pastoral que actualmente debíais estar más prevenidos para oponeros a la propaganda y excesos sectarios, no pensábamos, por cierto, que tan pronto había de presentarse la ocasión de advertiros como debíais portaros ante la exhibición impía e inmoral que en esta misma ciudad de Plasencia se hará con la representación de piezas dramáticas, entre las que se encuentra alguna o algunas que merecen toda la execración del fiel católico, por atacar los institutos religiosos, inspirar pasiones furiosas y provocar horrendos desmanes contra personas y cosas pertenecientes a aquéllos.
Para protestar contra las cinco funciones de abono y dejar de autorizarlas y aprobarlas con la asistencia a ellas, cuando se pongan en escena, será suficiente, amados hijos, el fijar vuestra atención en la imprudente o irreligiosa conducta de esa ambulante compañía, que escoge para dar funciones teatrales en esta católica ciudad este sagrado tiempo de Cuaresma en que la Iglesia conmemora, se entrega a la oración y a la tristeza de la penitencia, la Pasión y muerte del Hombre Dios, de Jesucristo, sacrificado para redención de todos los hombres; único nombre en que podemos salvarnos, nos dice San Pedro y al que se debe toda su misión, obediencia, gratitud y amor; todo nuestro ser, vida y movimientos, pues que en él vivimos, nos movemos y somos como se expresa el Apóstol.
Pero no sólo es censurable por el tiempo y los escándalos que se dan a este católico pueblo, en lo que más debe apreciar la Religión, sino más bien por la clase de los dramas que se representan. Entre los de ese repertorio hemos tenido el disgusto de saber que se halla el impío, el inmoral, denominado Electra, que ha servido de estímulo y fomento a los motines y excesos llevados a efecto en Madrid, en el pasado febrero, y en otras capitales de provincia, contra el catolicismo bajo el nombre de clericalismo, y sus religiosos institutos.
Se trata hoy no sólo de hacer negocio, sino de pervertir a nuestros amados hijos con esa propaganda antirreligiosa y corruptora realizada con la representación de ese y otros dramas, que comenzarán precisamente, para mayor desprecio de la Religión, el día 30 de los corrientes. Esas empresas mercenarias, consciente o inconscientemente se constituyen en instrumentos de los perseguidores de nuestra Religión santa, de nuestra fe, de nuestras cristianas costumbres, procurando excitar con ese motivo, enardecer y hacer permanente la animosidad de los pueblos contra el objeto de su odio satánico, el catolicismo.
Se pretende, amados nuestros, hacerlo desaparecer, no sólo de les altas esferas del gobierno, sino de la sociedad, de la familia, de los creyentes, y a esto se ordenan, entre otros medios, el de la exhibición de esos espectáculos, repetimos, en que se combate nuestra Religión, nuestra fe y nuestras cristianas costumbres.
El deber en que todo cristiano está de evitar los peligros y apartarse de las ocasiones de perder la fe e infringir gravemente la ley de Dios, urge de una manera especial en estos momentos, tantos más peligros. Cuanto con más ardor y tenacidad se trata de consumar e1 extravío y corrupción de las costumbres por parte de los sectarios mayor es la indiferencia y la enervación moral a que han conseguido conducir a los pueblos con su insidiosa y perseverante propaganda de tantos años, por tan diversos y sagaces medios. Ya que no podéis evitar el que se representen ese drama y otros peligrosos, procurad protestar enérgicamente contra esos escándalos absteniéndoos de asistir a ellos, y dejando solos a los actores, actrices, y desgraciados empresarios, que negocian con la irreligión y la inmoralidad de los pueblos; añadiendo a esta protesta y reprobación negativa, la pública, ferviente y manifiesta de frecuentar, con especial asiduidad, los templos del Señor, para desagraviarle en estos días de los ultrajes que se le hacen. Edificar a vuestros prójimos con las prácticas públicas de piedad, caridad y Religión, y mostraros decididamente resueltos a dar testimonio constante de que sois y seréis siempre sumisos hijos de la Iglesia católica; que os conservaréis fieles en admitir la doctrina de salvación divinamente revelada, y de que aquélla es fiel depositaria y maestra infalible; que rechazaréis todos los errores que ella infaliblemente y con la autoridad de Dios mismo condena y que con la gracia divina cuidaréis de arreglar toda vuestra vida por la ley santa que os manifiesta, reconociendo que fuera de ésta, única verdadera Iglesia de Jesucristo, no hay salvación […]