La Comisión de Bellas Artes, en un comunicado pasado a la prensa, ha dado cuenta de sus últimas actividades, destacando entre ellas la formación de un cuarteto de cuerdas integrado por profesionales conocidos y respetados en nuestro medio musical, cuyas actuaciones, dado el carácter y modalidad íntimo y recogido que tienen estas expresiones de música de cámara, estarían limitadas al foyer del Rivera.
Sin menoscabar la intención de la iniciativa, sin poner en duda la nobleza de propósitos, aceptando toda su importancia artística, el asunto merece algunas reflexiones. Creemos estar en condiciones de hacerlas pues, libres de toda sospecha de derrotismo o mala fe, nos bastaría abroquelarnos en el ilimitado fervor y entusiasmo exteriorizado en estas mismas columnas en forma periódica y constante.
La más hermosa de las realizaciones de la Comisión de Bellas Artes, es sin disputa, haber dado vida a la Orquesta Sinfónica, cuya proyección cultural y arraigo popular nadie podría discutir. Pero ¿pueden satisfacer plenamente sus resultados? Afirmamos que si, en cuanto la realidad señala al futuro, pero es ese futuro lo que debe preocupar hondamente a sus mantenedores.
En toda ocasión propicia, y tememos su sistematización, la reiteración cae en el vacío. Indicamos que la pobreza de la subvención no permite, con la amplitud que sería de desear, la adquisición de un repertorio que coloque a la Orquesta a un nivel de mayor dignidad y paralela a los grandes organismos sonoros. El hecho de haberse conjurado algo recientemente no excusa, por ejemplo, la sensible ausencia de música argentina en los programas de la Sinfónica.
Sobre este punto se han opuesto siempre dificultades. Se aduce la falta de música impresa de autores argentinos, y la poca existente encuadrada especialmente su orquestación con miras al Colón.
Al desear la divulgación de música argentina, por nuestra Sinfónica, nos hace apartar tal vez de la realidad que presenta su adquisición, pero cuando uno observa que la Orquesta del Profesorado Orquestal de Buenos Aires, al ceder su dirección a un gran maestro alemán como es Ernst Mublich, no escatima esfuerzo para que en el programa figuren autores argentinos servidos así por conductores de fama mundial ¿no valdría la pena con un poco de sacrificio en lograr lo mismo?
Tampoco la exigüidad de recursos facilita el aumento de músicos y acaso la renovación y reemplazo de algunos que traban en cierto modo las aspiraciones artísticas por insuficiencia técnica, que si bien pudo tolerarse en su desarrollo embrionario, ahora en su mayoría de calidad, tiene forzosamente que resentiría en la unidad y equilibrio del conjunto
Hay otro factor importante en este asunto: la exigüidad de los sueldos a los componentes de la orquesta. A una mayor cantidad de deberes y exigencias es indudable que corresponde un aumento paralelo de las recompensas. Claro está, no puede contemplarse ese aspecto económico sin algún cuidado. No se nos escapa que el gobierno, no puede distraer sus fondos con generosidad y para ello apuntamos en su oportunidad la conveniencia de una propaganda activa y eficaz, en procura de mayor afluencia de público a los conciertos y por ende una recaudación superior a las mediocres actuales.
Todos observamos como las únicas localidades que no se cubren en el Rivera son los palcos. Los miembros de la Comisión podrían hacer algo para cubrirlas, ya que tenemos la seguridad de que cuentan con medios y artes para lograrlo.
Establecidas estas referencias que, de no remediarlas, mantendrían estancada a la Sinfónica, pasemos a unirlas con el nuevo organismo creado por la Comisión de Bellas Artes.
La sabiduría popular reflejada en sus refranes dice que el que mucho abarca poco aprieta. Nosotros nos preguntamos si tantas cosas faltan a la Sinfónica, ¿por qué distraer energías y dineros que reclama insistentemente aquélla, en otra institución. que por el momento no tiene una necesidad inmediata?
En todas partes del mundo estas iniciativas tienen carácter privado su limitación de público, la intimidad de un local constreñido matemáticamente a una cantidad determinada de personas, las hace más apropiadas a recogimiento de élites que al desborde popular entusiasta.
En Córdoba estas manifestaciones e iniciativas han tenido resultados poco afortunados. Sociedades fundadas para tal objeto, se han diluido y esfumado por indiferencia y falta de interés. En este caso nada hay que lamentar puesto que estas expresiones las costeaban los afectos a ellas y cuando no lo hicieron el espectáculo se acabó. La única consecuencia desagradable podría surgir por el hecho de que todos los integrantes de esas sociedades de música de cámara se subalternizaron al faltar a sus deberes de contribuyentes, desdeñando así sus propios sentimientos gustosos de la música pura.
Y bien; la Comisión de Bellas Artes, cual un nuevo Lázaro, pretende su resurrección. Los conceptos para justificarlo no interesan, puesto que otros tan fundamentales se oponen a los mismos. Un nuevo presupuesto, o bien un aumento en la subvención destinada a la cultura musical, siempre será objetable, por cuanto esta manifestación por cuya vida se quita pedazos a otra, tiene todas las características de un privilegio para los menos en perjuicio de los más.
En fin, este buen propósito creemos que debía haberse orientado por un carril de creación privada y no oficial. Para gloria y fama de la comisión, basta y sobra con la Sinfónica y si de aumentar aquéllas se trata, no es por cierto siendo madre prolífica sino, por el contrario, cuidadito de la salud y robustez del único hijo, muy capaz de brindar las satisfacciones que la ilusión de sus padres depositaron en su nacimiento.