“El problema social con sus mentiras, con su vanidad, su desenfreno y su soberbia, acaparan la atención de la hora, urge la salvaguarda del hogar. Piedra angular de las instituciones, existiendo el problema todo lo que se escribe y referencia allí. En El pecado de Luzbel hallamos esa verdad iluminada con focos potentes que ciegan los ojos, acostumbrados a la media luz de las mentiras convencionales. Allí los actos vuelven a tener un solo nombre, recuperan su figura y verdadera calificación.
Cada personaje exhibe un continente definido psicológicamente. Pero sobre todo, el talento de un autor que todo lo ennoblece con su arte seguro, volcando una dialogación perfecta y de técnica acabada”.