Nobles propósitos artísticos, honestamente inspirados, se malogran ante la incomprensible indiferencia de un público que no se merece nada más que circos y compañías de sainetes.
La Compañía Casnell-Arrieta debe cambiar su repertorio. Es decir, tiene que ponerse a tono con los gustos estragados del público de Córdoba, dejando de lado un repertorio que encarna el noble anhelo de artistas honestamente inspirados, para recurrir al sainete vulgar o poco menos, en el propósito muy humano y muy justificado por cierto, de cubrir lo que la ausencia del público deja en descubierto.
Nadie, por mucho, por enorme que sea el caudal de sus propósitos, puede atentar contra sus propios intereses, sin que se la deba calificar de loco. Y la empresa que tiene a su cargo la financiación de la Compañía Casnell-Arrieta, no puede escapar a esta reflexión.
Nosotros hubiéramos sido los primeros en censurar la actitud de quienes, por mero espíritu comercial, hubieran desechado sus propósitos en el afán de obtener rindes de boletería que satisficieran algún empeño sórdido. Pero tampoco –como decimos– nadie está obligado a ir contra sus propios intereses, arremetiendo en una empresa que significa locura.
Nuestro público, ese público que en ocasiones quiere tener sus gestos de “inquietudes artísticas", manifiesta una vez más su absoluta carencia de sentido en materia de espectáculos. Se solaza con el más burdo de los peores sainetes criollos y se atropella por obtener localidades de primera fila en los espectáculos circenses. En cambio, cuando un conjunto teatral viene animado de nobles aspiraciones, y con el caudal enorme de manifestaciones artísticas dignas de apoyo, entonces pone bien al descubierto su indiferencia; esa indiferencia que no es sino el fruto de un ambiente incapaz de interesarse por nada que no sea la comediola dengue donde una actricilla deje boquiabiertos a quienes van por las lujosas toilettes que luce, o por ver la cara bobona de un galancito que hasta se pinta los labios, aun cuando tenga de artista el mismo caudal de inteligencia de ese público.
Bien dice el refrán que “a los locos hay que correrlos para el lado que disparan”. Y esto, en buen romance, quiere decir que al público de Córdoba hay que seguirle en sus gustos y en sus preferencias.
¿En lugar de Melo, Jazz, Topaze, Liliom, etc., quieren ver Gran manicomio nacional? Bueno, pues mañana van a tener la pieza de referencia en el cartel del Rivera Indarte.
La Compañía Casnell-Arrieta habrá dado así con la tecla de nuestras “preferencias artísticas” , que no serán exponente de capacidad teatral, pero que correrán parejas con el interés que pueden despertar tales cosas raras, que al final de cuentas servirán para evidenciar el nivel artístico a que hemos llegado.
Pero a ese público que obliga a una compañía, para que adopte actitudes como la que comentamos, no le queda derecho para reclamar nada mañana, cuando al hacer el balance de la temporada, nos encontremos frente un déficit ocasionado por su propia indiferencia.