Ha constituido uno de los acontecimientos teatrales más simpáticos de la temporada –tal como lo preveíamos–, el estreno de la comedia dramática en un acto Ella es así…, original del joven escritor Carlos Suárez Pinto y que realizó la Compañía Jambrina en la sección “Corso” del domingo.
Tan grande era el interés despertado por el estreno que el teatro ofrecía el aspecto de sus mejores ocasiones. Lleno totalmente de un público en el que se contaban nuestros elementos intelectuales y sociales más selectos, reproduciéndose el fenómeno simpático de ver invadidas las localidades altas por gran número de familias.
Y la obra y su autor han respondido plenamente a los augurios de la expectativa. Ella es así…, sobre ser una obra equilibrada, armoniosa, de noble tendencia artística y de positivo valor teatral. Revela en su autor un fuerte temperamento de dramaturgo, sólido en el concepto, seguro y diestro en la realización, poseedor del sentido de la escena en forma rotunda.
Ella es así… constituye un hermosísimo acto de alta comedia. Pocas veces hemos podido admirar en una primera obra de teatro, como es ésta, tan positivos aciertos dentro de un conjunto tan armónico. Y quien muestra en su iniciación cualidades de gallardía y de talento dramático como los que ha puesto de manifiesto el señor Suárez Pinto, puede esperar confiado la consagración definitiva en futuras obras, presentidas por todo el público que juzgó en ruidosos aplausos la comedia que comentamos.
Hay en ella pensamiento y emoción, nobleza de factura y realidad de ambiente. Los caracteres están trazados con mano segura y firme; el argumento da de por sí, con exceso para el desarrollo lógico de las escenas y para el mantenimiento del interés, que no decae en ningún momento. La acción sigue su curso natural, con fluidez y sin tropiezos; los golpes de efecto están buscados con acierto y presentados con habilidad.
De intento dejamos, para el último, el elogio del diálogo, que es, sin duda, donde mejor se revela la fibra del aplaudido autor. El señor Suárez Pinto tiene un diálogo rico, algo ampuloso a ratos, pero siempre movido, sugestivo y eficaz.
Expresadas así nuestras alabanzas sobre esta comedia –que señalamos como una de las mejores manifestaciones del teatro local – debemos apuntar algunas pequeñas deficiencias que en nada amenguan el valor indiscutible de la pieza. Nos referimos a la extensión de las dos primeras escenas, que pueden y deben ser aligeradas con ventaja, y también al excesivo preceptismo que gastan al hablar ciertos personajes, preceptismo que engrandece el espíritu de la figura pero amengua la realidad del diálogo.
La interpretación fue excelente, destacándose del conjunto la señora Sinisterra que hizo una hermosa creación de su papel, mereciendo nutridos aplausos en un mutis afortunado, y el señor Sienna, que tuvo alardes de actor hecho y derecho.
El autor fue obligado a salir a escena, en medio de ruidosas manifestaciones, que se vio obligado a agradecer. El telón se alzó diez o doce veces, y el triunfo quedó consagrado sin discusiones.