La Compañía Arellana-Tesada que actúa en el Odeón, estrenó anoche la comedia en tres actos El dilema, original del distinguido escritor doctor Saúl Alejandro Taborda, presidente del “Círculo de Autores” de nuestra ciudad.
Miremos, ante todo, que se trata de una de las más nobles exteriorizaciones de los comediógrafos locales. El doctor Taborda, hombre de pensamiento y artista, en toda la amplitud del concepto, ha realizado una obra interesante, valiosa, y más que eso digna, por cuanto revela su autor un temperamento de muchos quilates –ya bien probado por otra parte – y se mantiene dentro de una inquebrantable línea de distinción y de buen gusto, ajena por completo a las chabacanerías y ñoñeces de tan desconsoladora frecuencia en el teatro nacional.
Por este solo aspecto El dilema sería merecedor del éxito que alcanzó anoche sin reservas, y que, nos place consignarlo, fue ampliamente justiciero por el conjunto del trabajo, que representa, –no pecamos de excesivos – uno de los mejores, de los más sinceros y eficaces esfuerzos de los autores locales
El público asistió al desarrollo de la obra con interés creciente; en ningún momento se sintió defraudado en sus legítimas expectativas, y al final de cada acto aplaudió con espontaneidad y franqueza.
No creemos necesario relatar el argumento de la bella comedia. Los que presenciaron la representación lo conocen tanto como nosotros; a los que no concurrieron a la velada no les interesa, desde que sólo quieren saber, mediante la crónica, si la comedia es buena o mala y a qué grado llegó su éxito.
Digamos, pues, tan solo, que “mal gré” ciertos pequeños detalles que nunca llegan a la falla fundamental, El dilema es una hermosa obra de teatro, noblemente concebida, realizada con notable acierto y pródiga en escenas de fuerte emotividad y en caracteres de positivo relieve, logrados con amor y con talento, y que acusan un espíritu de observación sincero y penetrante.
Cualidades fundamentales de la pieza estrenada anoche son ésas; y todavía resta por alabar, el diálogo vivaz, gracioso, rico, lleno de giros y pensamientos interesantes, como también la naturalidad del desarrollo, evidente a lo largo de la obra.
En cuanto a los detalles a que aludíamos y que pudieran considerarse ligeros defectos, mencionaremos la abundancia de los monólogos y la no menor abundancia de personajes circunstanciales, que en ciertos momentos, obscurecen la acción y detienen el proceso del conflicto.
En lo demás, El dilema es digno de señalarse como un trabajo consciente, equilibrado y hermoso, condiciones que sobran para definir una obra merecedora de los más calurosos aplausos.
No los escatimó, por cierto, el selecto público, que al final obligó al autor a subir al escenario y hacer uso de la palabra, en medio de las más justicieras y unánimes demostraciones de aprobación y simpatía.