Los elogiosos comentarios que viene provocando esta segunda temporada de Angelina Pagano en el Novedades, ratifican la opinión de que cuando un elenco tiene calidad y ejecutoria probada, las obras adquieren, a través de sus interpretaciones, un real valor y, a la par que dignifican a los elencos nacionales, no todos con orientación desinteresada y noblemente inspirados, infunden optimismo sobre el porvenir de nuestro teatro y en la prestancia escénica de actrices y actores.
La formación teatral de Angelina Pagano, hay que repetirlo, constituye una satisfacción para los públicos del interior, un tanto prevenidos en contra de los elencos, los cuales hurtan con frecuencia la bondad del repertorio, escasean de figuras, sacrificadas a la vanidad o a la absorción de la que prestigia el cartel. En el caso de Angelina Pagano es elocuente y expresivo constatar, que la prestigiosa actriz, tal cual ha hecho siempre en toda su larga carrera, se ha rodeado de un plantel de artistas capaces de acompañarla con el mismo brillo y eficacia. Despojada, así, de un divismo que resulta peligroso y contraproducente en nuestros días, Angelina Pagano con su gesto y con su visión de lo que debe ser un conjunto y en qué forma deben servirse a los autores, ha logrado concitar las más vivas simpatías en los escenarios de provincias donde ha actuado y la proyección de su gira tiene contornos consagratorios, mucho más valiosos cuando ello representa, después de muchos años, el reconquistar el puesto que le corresponde en la escena nacional.
Esta segunda temporada, y la señalamos con preferencia a la primera en La Comedia, sin negar que la exhumación del repertorio de obras argentinas fue todo un acierto, es porque el conjunto todo ha mostrado con obras de carácter español su asimilación y su capacidad para abordar un teatro que, por sus características, como por el tono de su lenguaje, exigen una formación y una estructura escénica no común y, diríamos, extraña a nuestros actores.