Ya no es un misterio para nadie, que Córdoba se educa en materia de teatro. Y aunque esto pudiera parecer paradoja al forastero para el cual ostentamos, con no poca presunción el título de docta, para quienes están al tanto de las enojosas variantes de nuestra cultura artística, que un día le da por demostrarse como en el mejor de los mundos más cultos y otros por dejar descubierto su lado flaco. Esta afirmación que hacemos no puede ser considerada como un contrasentido.
Nuestra cultura en general no es, desgraciadamente, tan suficientemente sólida para que haya un público clasificado para cada espectáculo de arte. Hasta hace poco, muy poco, la mayoría del público de Córdoba asistía al teatro más que directamente interesado, por lo que en él pudiera brindarse, por simple distracción, afán de lucirse o por variar el ‘programa’ siempre aburrido del club o de la reunión familiar en la casi siempre monótona vida provinciana.
Ahora, felizmente, desde hace un tiempo, ocurre otra cosa: la minoría culta –porque es indiscutible que siempre la hubo– ha conseguido numerosos adeptos, y el público, en general, demuestra interesarse por el teatro, aunque no debemos achacarla tanto a su gusto como a la calidad de las compañías que se nos han traído el que haya demostrado preferencia por un determinado género que no está ciertamente a la altura de las mejores expresiones del arte escénico.
Si hemos lamentado aquella desviación del público, no por eso hay que dejar de reconocer, que la culpa ha estado en gran parte del lado de quien o quienes pudiendo interesarlo con buenos espectáculos, no lo ha hecho muchas veces, trayendo compañías de calidad inferior.
Por fortuna, últimamente se nos han traído buenos conjuntos artísticos y, si alguno de ellos no ha tenido mayor éxito en el público, cuya razón no entraremos a analizar por considerar innecesario batir nuevamente el parche al teatro adecuado, otro arrasó, o poco menos, con “toda la plata”, en una temporada que no pudo ser, ciertamente, más fructífera. Tal es el caso de la Compañía italiana de Sainati, que debutó uno o dos días después de haber terminado su temporada la compañía de sainetes Franco-Valicelli.
En cambio de esto, gran parte de ese mismo público que se mostró reacio a las buenas veladas de Sainati, demostró apreciar el buen espectáculo de opereta que se brindó, poco después de la actuación de aquél, con la compañía de Lidelba, favoreciendo su temporada de la mejor manera.
Este es el mejor indicio de que el público responde y ha de responder siempre que se le ofrezca buen teatro, con obras de algún interés y artistas de mérito.
Especialmente para el teatro nacional, el público se muestra decidido favorecedor. Esto se ha comprobado en varias temporadas afortunadas que se han realizado hasta la fecha, y para demostrarlo más acabadamente, no tenemos más que contemplar el éxito auspicioso con que está actuando en el Comedia la compañía argentina del buen actor cómico Arata.
Es decir, que como apuntábamos al principio de estas líneas, el público de Córdoba se está educando como espectador de teatro, habiendo dejado de ser ese público reacio de años anteriores, que “comía” a los artistas que se aventuraban con él.
Esto es un síntoma auspicioso que debe ser bien aprovechado por los empresarios, no en el sentido de la propia utilidad sino procurando difundir el buen teatro con compañías de calidad, sean nacionales o extranjeras, con lo que saldrán ganando ellas y el público que, naturalmente, ha de secundar esos buenos propósitos, como lo ha hecho hasta ahora.
Córdoba es ya una plaza teatral de gran porvenir, y mediante su conquista por estas vías, que ya empieza a hacerse efectiva, está y estará en condiciones de mantener una temporada de invierno permanente. A empresarios y actores corresponde el interesarse.