Accediendo a los reclamos de la opinión cordobesa, reiteradamente exteriorizados a través de la prensa, hubo un gobernante, años atrás, que prometió construir en el parque Sarmiento un gran teatro para espectáculos al aire libre. La promesa, empero, no pasó de tal, pero la hizo suya otro gobernante, a cuyo efecto visitó nuestro primer paseo público y hasta señaló con el índice de su diestra el lugar en que sería levantada esa obra. Hace algunos meses, el Ministro de Obras Públicas, que también pertenece a la falange de los funcionarios enamorados del parque, recorrió repetidamente sus diversos sectores, señalando en el pastizal, estas y aquellas mejoras, estas y aquellas obras, que se ejecutarían inmediatamente para darle al paseo la jerarquía que le corresponde de acuerdo a la importancia de nuestra ciudad.
No recordamos, digámoslo en honor a la verdad, si también entraba en sus proyectos la construcción de un teatro al aire libre, aunque tenemos entendido que algo de eso comentó como posibilidad. Lo cierto es que Córdoba carece de un escenario amplio y preparado para espectáculos al aire libre, ausencia imperdonable e injustificada si observamos que cuenta con lo principal para realizarlo: el terreno. El parque Sarmiento, por la topografía accidentada del suelo en que está asentado, se presta maravillosamente –como ningún otro en el país–, para construir una obra de esa índole, con capacidad para varios millares de personas. Un remedo de lo que podía hacerse en tal sentido, es el “Teatro Griego”, que durante la administración del doctor Pedro J. Frías, llegó a construirse aunque sólo a medias.
El citado parque, repetirnos, no puede ser más apropiado para dotarlo de una obra que por sus características sería única en el país, con el agregado de que ella se vería altamente facilitada por los declives del terreno, lo que equivale a decir que su costo llegaría a una suma insignificante con relación a su importancia. Y Córdoba necesita de una obra de ese género y en dicho lugar, al que afluyen durante los días de verano el grueso de su población nada más que para gozar de su frescor.
Cualquier espectáculo, atraería allí a millares de espectadores que hasta ahora no tienen otra alternativa, cuando frecuentan el parque, que pagar a precio elevado una botella de cerveza o caminar hasta quedar extenuados, pues por cada centenar de visitantes existe un banco.
Las autoridades de la provincia no han imaginado todavía la extraordinaria repercusión que tendría en el pueblo de nuestra capital un teatro al aire libre en el parque Sarmiento. Su construcción, repetimos, sería sencilla porque el terreno “está hecho”, de manera que su costo no gravitaría en las finanzas públicas. Una ligera sospecha del éxito de un teatro al aire libre, lo revela aquel recital que Bertha Singerman ofreció el verano pasado en el coniferal del mismo parque, escuchado por gran número de personas, muchas de ellas turistas venidos ex-profeso de la región serrana, se congregaron allí, por espacio de dos largas horas, para escucharla de pie.