“Contestando a los desplantes salomónicos de un crítico metropolitano”. La Voz del Interior, 26 de Octubre de 1924: 10

Con un entusiasmo de cuya sinceridad sospechamos porque tenemos razones para ello, el crítico metropolitano que ha dado en convertirse en escudero de Pierina Dealessi, por el simple hecho de que aquí no ha convencido ni poco ni mucho respecto a sus decantadas cualidades de primera actriz, publica en el número de ayer un suelto bajo el título de “No hay que comprobar nada” en contestación a otro nuestro de días antes. En él arremete con demasiada fobia, contra Córdoba, calificándola despectivamente de “ciudad de las empanadas, de las iglesias y de la cocaína por kilo”. Pasamos por alto este desahogo que no tiene más razón de ser que la del veneno que le impulsa a meterse con nosotros, y vamos al caso en sí.

Este buen señor, con ínfula salomónica, pretende desvirtuar lo ya dicho por nosotros respecto a la actuación de la Duckse y de su defendida Pierina Dealessi en un mismo papel. Como por desgracia no halló a mano argumentos razonables, porque en realidad no existen, que robustecieran dignamente su afirmación interesada, ha llegado a la intención malevolente, deslizando una insinuación torpe y procaz a pesar de su desleída ironía, que felizmente no nos alcanza, porque sépalo el señor articulista, en esta casa se hace honrado periodismo, pese a todo el veneno con que se permite ponerlo en duda, y que al verterlo en la forma que audazmente lo hace en sus gacetillas, no hace sino pintarlo de cuerpo entero con gráfica elocuencia. Que a ese enciclopédico crítico no lo convenza como artista de méritos María Ester Duckse, allá él. Pero que pretenda sentar un juicio definitivo exaltando a la Dealessi, eso es ya pedantería y sí que “macaneo libre”. En contraposición a su “autorizado” juicio, están los de otros colegas metropolitanos que conocen suficientemente lo que vale la Dealessi como actriz, y está la opinión unánime del público de Córdoba, al que no es posible engañar con paquetes con rótulos de competencia otorgados por parte interesada. Nuestra crítica sincera ha irritado al colega, porque hemos derribado un ídolo que sólo vive en su imaginación animada por el calor de un entusiasmo cuyo origen no es difícil de sospechar.

Mantenemos en un todo la opinión que nos ha merecido esa actriz, porque tenemos conciencia de nuestra responsabilidad periodística. La Dealessi, a pesar de toda su enfática defensa que ni ella misma ha de agradecerle enteramente, porque en cierto modo la pone en ridículo, seguirá siendo aquí y en cualquier parte donde prime el juicio de quien opine honradamente, un soberano bluff. Lo lamentamos por ella y por su “salomónico” escudero…

Por otra parte, en esta “Córdoba de los latines, de las empanadas y de la cocaína por kilos” tendrá el crítico porteño un lugar propicio para ilustrarse. Se lo ofrecemos gentilmente…