Un numeroso y selecto público aplaudió anoche largamente la primera representación hecha en esta ciudad de la obra dramática de Arturo Capdevila.
Sería inoficioso relatar el contenido de la pieza, porque ha sido leída, y mucho, desde su publicación. Pero lo interesante es saber si la realización teatral está en un grado superior o inferior a la obra poética leída.
Para ello, por cierto, debemos apartarnos del molde con que se corta el noventa y nueve por ciento de nuestra producción teatral y aun diremos, hay que prescindir de toda analogía con la obra que del centenar nos queda.
La Sulamita es pues un drama aislado. Su técnica, su lenguaje y su propósito lo apartan y aíslan. A eso es debida la impresión primera de sorpresa que causa el rápido desarrollo de una escena de amor y celos al comenzar la obra. Pero hecho el espectador al ambiente y a la época en que el autor se coloca, sigue con pasión creciente el primer acto que se desarrolla magistralmente hasta la audaz culminación de dos pasiones encontradas. Por cierto que todo ese trozo está bien llevado y que las transiciones se apoyan con el vivo contraste entre la suave fluidez de las sentencias del desengaño resignado y la aspereza del reto varonil
Bien difícil es mantener en los actos siguientes la altura a que se llega en el primero.
El valor poético se sostiene, pero no hay una culminación como la anterior, no hay, tal vez, una adecuación perfecta a la escena en algunos pasajes. Más por todos los diálogos se recoge un pensamiento hondo y bien expresado, una situación que culmina, diríamos, en una tesis conceptual que apasiona por lo justa y por lo trascendente. El desenlace, lleno de sorda lucha es admirable.
En síntesis, La Sulamita es obra aislada, lo es, en gran parte, porque es buena y en lo demás porque es bien intencionada. Si es verdad que en ella el autor no alcanza un dominio de la escena en su primera incursión, no es menos cierto que a nuestro teatro más le valiera un poquito menos de escena y un poco más de pensamiento bien expresado, que mucho hay que elogiar en este punto a Capdevila.
En cuanto a la interpretación que hicieron los actores de la compañía, nos limitaremos a hacer nuestro el telegrama enviado por el autor a Alemany Villa: “Usted, Acchiardi y Gloria forman una vanguardia magnífica. Les acompaño cordialmente en las nuevas jornadas de La Sulamita.”
El público obligó a Gloria Bayardo y Alemany a recitar, haciéndolo especialmente la primera en forma correctísima.