Hemos estado clamando por el buen teatro. Y con ello creíamos, con toda sinceridad, interpretar el deseo del público.
Pues bien; ahora tenemos buen teatro. La mejor actriz de habla castellana se encuentra entre nosotros y está ofreciendo a Córdoba un repertorio selecto. Le acompaña uno de los más justamente renombrados actores y en general un conjunto de primer orden.
Sin embargo, nos preguntarnos, en qué se ha traducido aquel interés que nosotros creímos buenamente sorprender en el ánimo del público. En una indiferencia que nos resulta punible, ya que a los espectáculos a que hacemos referencia no acude ni con mucho el público que hubiera sido dable esperar. Y las fiestas son, sin embargo, verdaderas audiciones de buen gusto.
Entonces, ¿para qué quería Córdoba buen teatro? ¿Para esto? ¿Para sentir la ufanía de que en una de sus salas actuaba una artista de renombre y de justa fama? ¿Y con ello ya se está conforme?
Preguntas son éstas que surgen en forma imperiosa y se sugieren categóricamente a los espíritus. Y que después de todo quedarán sin respuesta, sino nos animamos a decir con toda valentía que a nuestro público, a ese que imaginamos culto, le falta mucho todavía para ser tal.
Esta es una verdad dolorosa. Pero verdad e incuestionable al fin. Para probarlo no hay que forzar mucho el argumento. Basta con una apreciación de visu.