La cultura y la moral exigen de las empresas teatrales la más formal corrección al ofrecer los espectáculos.
La declaración que va en el epígrafe está basada ante la incorrecta conducta observada en el teatro de La Comedia al finalizar la temporada de la compañía cómica española de Julio Sanjuán.
Ya, en otras ocasiones, hemos protestado de ese engaño que cometen ciertas direcciones de compañías cuando, antes de debutar, prometen en sus carteles, y al visitar a los periodistas encargados de la crónica teatral, que la temporada será de gran cultura y los espectáculos estarán dedicados a las familias; y luego, cuando la corriente del público se encauzó a la sala de su actuación, cambian de rumbo y ofrecen obras que son toda una ofensa para el decoro y el buen gusto.
El caso acaba de repetirse. La compañía Sanjuán que hizo su propaganda anunciando sus espectáculos como especiales para familias, al llegar al final de la temporada faltó al compromiso que moralmente le ligaba a la culta sociedad cordobesa presentando una denominada “tragedia realista” a la que clasificaba de “no apta para señoritas”; y aunque luego se agregaba “pero no inmoral”, se falseó la verdad: la obra no era apta ni para señoritas ni para personas que se precien de dignas; la tal tragedia realista es inmoral pero con esa inmoralidad desvergonzada, la inmoralidad del tugurio y del lupanar.
Mal proceder es puesto en práctica por la citada compañía; y no es muy grato el recuerdo que ha dejado entre la sociedad culta de Córdoba, que tan gentil se mostró con ella mientras cumplía su promesa de ofrecer espectáculos morales; pero le será doloroso recordar la incorrección cometida al faltar a su compromiso en los últimos días de la temporada.
La Compañía Sanjuán no debió olvidar que tal vez necesite volver a esta capital; y entonces ¿se le creerá sus nuevas promesas de ofrecer espectáculos para familias?
Y no cerraremos este comentario sin señalar también a la empresa arrendataria del Teatro de la Comedia la parte de culpa que en tales transgresiones le corresponde; pues es a ella más que a nadie a quién se le debe exigir el deber de velar por el buen crédito de la sala de espectáculos que ocupa: ya que, mientras las compañías se van y cambian constantemente, la empresa arrendataria queda y es siempre la misma. ¿O es que hay la intención de dedicar el teatro de la calle Rivadavia a los espectáculos licenciosos inmorales?