Ha terminado anoche su proficua temporada Arata.
Ahora se nos marcha con el sainete al “Olimpo”. ¡Cómo se van a “rair” los dioses… de Carpentiero si les falla la taquilla! Pero Arata nos asegura, que tan sólo por el interés que despiertan sus colecciones de abundantes obras el público desbordará en el teatro rosarino.
Se marcha satisfecho de Córdoba. Hay entre sus habitúes varios enfermos del hipocondrio y de las tenillas de tanto desternillarse de risa, como es natural.
Lleva el popular capo cómico, recuerdos gratos de Córdoba y de su ambiente. Aquí dejó amigos y enemigos, de las que nunca faltan. De los del oficio. Pero Arata, a quien conocemos su carácter de bonachón, no es de las que albergan rencores. ¿Amigos?… Por legión. Los hay sinceros y desinteresados de verdad y de esos últimos son los que abriendo un paréntesis a esta sórdida lucha, a este eterno decir de las cosas que no se sienten, hoy lamentan su partida, esperando sólo un pronto retorno para tener la satisfacción de verle triunfar más ampliamente, llenos de rivales, entre odios y envidia, que es cuando surgen a la luz los verdaderos luchadores, los que valen por sus méritos y no por los bombos pagados.
Arata volverá a Córdoba en tiempo no lejano. Traerá un montón de sandeces en su zurrón de peregrino, para sus íntimos, como un montón de abundantes nurses el público.
Estamos seguros que en Rosario ha de triunfar ampliamente, porque lo merece y porque vale en su labor artística. Hoy a primera hora emprenderá la marcha en un tren de optimismos y del Central Argentino. Lleva sus bártulos a cargo de “una mudadora acolchada” que es lo más seguro y eficaz que puede pedirse para no quebrar… una temporada. Arata y demás…. ¡Hasta la vuelta!