Por fin, tras larga espera, nos visita Talía. Echábase de menos su presencia en nuestro ambiente, propicio para sus inspiraciones. De las nueve hermanas, es tal vez la única que no ha recibido la sagrada ofrenda en sus aras, bajo los auspicios del arte, desde que Arturo Capdevila ofició a Melpómene las tragedias de su corazón. Contrasta, en verdad, la ausencia de su culto en nuestro medio, cuando Buenos Aires, la gran cosmópolis, cuenta por centenares los devotos del arte dramático. Y allí se triunfa, y se consagra firmas, que han llegado a trasponer los lindes patrios.
Córdoba, la ciudad mediterránea, donde palpitan aún las vibraciones del pasado, y todo nos habla del drama intenso de las vidas pretéritas, mientras la penumbra y el misterio se acentúan, sin borrar los perfiles de las grandes figuras que la ennoblecen de prosapia, de misticismo y de leyenda, no tiene su teatro, ni aporta su espiritual tributo al escenario nacional. Uno que otro ensayo, más o menos feliz, fueron más como flores de promesas, que frutos maduros de realidad. Vélez, Orgaz, Guerrero y algún etc. anunciaron con bellos bocetos solamente. Faltaba una acentuación más neta y de mayor aliento. Un gesto de valentía, de juventud y de talento, que nos exteriorizara mejor y más completamente. Y, como siempre, la luz vino del oriente, tinta en la sangre nueva.
Esta noche debe representarse la obra de un intelectual, que aúna a los prestigios de su juventud, vivida con excepcional valentía, su claro talento, puesto a prueba en las arduas luchas periodísticas.
Julio Carri Pérez, no necesita padrinos ya en nuestros centros intelectuales. No son, pues, estas líneas ni de presentación, que no cabe, ni de un auspicio, perfectamente innecesario.
La primera producción teatral de Carri Pérez, que tuve el placer de escucharle en la intimidad, me asegura su triunfo, bien merecido por todos conceptos. Se trata de una obra de absoluta honradez. Desde la tesis, que surge nítida y robusta desde la acción dramática, hasta los recursos escénicos, y la recomendable unidad de tiempo y de lugar, que prescribía la vieja Retórica.
Hay todo un temperamento artístico en el joven que somete su temprana labor al juicio de la Córdoba espiritual y culta.
Ella juzgará de su mérito y, con la gentileza que aquilata su exquisita cultura, no ha de regatear seguramente la noble consagración a quien la busca con tan buenas armas.
Será esta la primera obra en tres actos, de autor cordobés, que se lleva a escena en nuestros teatros. El hecho, que merece consignarse, habla muy alto del generoso aliento que anima este gesto.
Que él sea el inicial en una carrera de triunfos para el autor y de aliento para la juventud de Córdoba, son mis mejores votos.
Córdoba, julio 8 de 1913.