El Teatro Experimental de Córdoba, que a fines del mes pasado llevó a escena con el más franco de los éxitos El tiempo es un sueño, de Henri Lenormand, uno de los más extraordinarios valores de la literatura dramática contemporánea, representará nuevamente la obra citada, en la función nocturna del 17 del corriente, en el Teatro Rivera Indarte.
Los elogiosos comentarios que las representaciones aludidas motivaron en dicha oportunidad, no sólo en los círculos intelectuales de nuestra ciudad, sino aún en la prensa de Buenos Aires, nos eximen de todo comentario que no sea repetir la calidad del conjunto, la ajustada labor de sus intérpretes y la eficaz dirección artística, a despecho de inevitables errores y defectos, propios de gente que en su casi totalidad se presentaba por primera vez ante el público; errores y defectos que, por otra parte, se irán subsanando con el tiempo y la experiencia recogida.
Resulta halagador para un medio sin mayor tradición teatral como el nuestro, el esfuerzo que importa una empresa de esta índole que, además de estar animada de un sano propósito de hacer teatro, en el sentido más noble de la palabra, persigue un fin tan loable como es la difusión cultural y el conocimiento de las obras maestras de la literatura contemporánea.
Los teatros experimentales, que tan vasta labor han realizado en escenarios europeos, con sus correspondientes frutos, creando no sólo un elenco de actores habilitados, sino elevando la capacidad artística de aquellos medios indiferentes a esta expresión del espíritu, no han encontrado, entre nosotros, desgraciadamente, la acogida de que son acreedores, ni el apoyo a que está obligado todo gobierno que se precie de desarrollar una política progresista y cultural. Es deber pues, apoyar un esfuerzo tan meritorio que, en el día de mañana, ya más aplomadas y organizados sus lineamientos generales, pueda realizar una verdadera obra de extensión cultural.
En lo que atañe a la obra a representarse, erizado de dificultades, pertenece, como casi todo el teatro del autor, a la esfera del dominio psíquico donde los personajes se mueven en un clima freudiano profundamente humano pero poético a la vez, y al, que el autor ha sabido encauzar en la línea dramática de su genio.