La vida teatral. Tras la breve pausa que obligan los veranos, vuelve hoy a recobrar su vibración, aunque con los interrogantes de su ritmo y desenvolvimiento pueden superar la mediocridad de otras temporadas que solo aisladamente pudieron destacar alguna nota de interés.
Acaso sea necesario establecer este año una diferencia que ha de ser fundamental en su desarrollo y tal vez, nos conduzca la convicción de un panorama más vivo y colorido, bien por el forzado paso por Córdoba de numerosos elencos, o porque nuestra empresa teatral, única usufructuaria de las tres salas, la del Rivera como concesión precaria, puede controlar y seleccionar los espectáculos de tal manera, si hay acierto y criterio en ello, que el teatro cobre un brillo y una calidad desconocida hasta ahora en Córdoba.
Córdoba, por el azar de circunstancias especiales, será un mercado teatral muy solicitado. La razón de esta cotización dimana del momento teatral porteño, donde un grupo de elementos extranjeros, que allí actúan, tienen limitada su permanencia, ahora más restringida al decretar la intendencia municipal la demolición de cuatro teatros, sacrificados para la construcción de una nueva diagonal.
El problema que ello plantea, sólo lo es para quienes pensaron actuar normalmente todo el año en la Capital, certeza que deja de serlo y que hace mirar ahora en la tabla salvadora a los teatros del interior del país, de los cuales, hay que repetirlo una vez más, se consideraron cenicientas, aplastadas, por un menos precio odioso, por parte de quienes jamás tuvieron solvencia artística y cruzaron los rincones de la república con raídos y sucios decorados y con elencos de cómicos peores que los clásicos de la legua.
Se añade, para desdicha de los pueblos del interior, la reputación que cobran a través de cómicos, que sólo el título tienen de tal, y que en la malandanza de su peregrinaje invierten el descrédito que sólo lo es de su aventura y audacia. Otros hay que al volver a Buenos Aires, después de siete u ocho meses de labor en provincias, manifiestan haber ganado penurias y sinsabores, ocultando balances que arrojan hasta veinte mil pesos de ganancia.
Con estos pregones, difundidos entre la familia teatral o en las columnas de la prensa, elencos bien constituidos y con deseos de hacerse conocer en el país, es fácil suponer el terror que les acomete el poner en práctica viejos anhelos.
Ahora bien, notorio es que todos los principios de marzo, es pródiga la formación de elencos. Unos, un tanto bien inspirados. Otros, buscando en un presupuesto de gastos irrisorios, contratar elementos de poca o ninguna responsabilidad interpretativa, creídos siempre que los públicos provincianos se hacen la reflexión que a falta de pan bueno son tortas. En Córdoba estamos en condiciones de seleccionarlos y si bien la razón poderosa de ganarse el pan es un legítimo derecho de todo el mundo, deja de serlo cuando no se recurre a los términos de honestidad. Si Córdoba ha de ser puente para lo bueno y lo malo, que sea para este último lo más corto posible y mejor si no existiese. La experiencia dice que lo malo hace instransparente lo bueno, cuando este tendría que estar lejos de toda sospecha. Tantos ejemplos se podrían citar, que haría amargo el comentarlo, pues cosas dignas pasaron por nuestro teatro, sin alcanzar más gloria que embargos de equipajes en los hoteles.
Hoy comienza la temporada teatral. Que los que deban orientarla llenen con inspiración su cometido con la seguridad que provocarán una corriente fervorosa del público hacia las manifestaciones teatrales.