“Alejandro Casona es un autor de vigorosa personalidad”. Los Principios, 3 de Setiembre de 1935: 11

No exageramos si decimos que La sirena varada marca el co­mienzo de una nueva era en el teatro de la Madre Patria, que tan gloriosos títulos tiene para ser acreedora de la admiración del mundo.

Lo prueba así la acogida que esta comedia ha tenido en todas partes, el premio Lope Vega que se le ha otorgado y, sobre todas las cosas, su factura. Sale del molde ordinario de la Comedia española e incursiona en un ambiente de teatro moderno sumamente interesante.

Y con acierto. Tiene La sirena varada gran intensidad dramática. Cada per­sonaje lleva sobre sí una trage­dia. Una tragedia humana, a pesar de la apariencia poética, “ra­ra”, como podría definirse de su contextura. Pero cuando en el tercer acto se desentrañan situa­ciones, se ven limpias las psico­logías, con la terrible tragedia colectiva de la “fea realidad”. Plantea que sus “víctimas” prefieren el mundo de ficción que se han creado o que les ha deparado una piadosa locura.

Hay filosofía amarga. Fenómeno común en la juventud, el autor es muy joven, acaso por insuficiencia de perspectiva o acaso también porque a esa edad, a la luz del genio incipiente, la perspectiva es demasiado vasta. Esta amargura es teatral, impresionante, pero perniciosa. Cuando hay fe la vida no es tan amarga. Sus miserias tienen consuelo en la fe misma.

La interpretación correcta. A Esteban Serrador Mari hay que dedicarle unas líneas especiales, no como actor, sino como escenógrafo. Son suyos los decorados y son buenos.