Los públicos del interior tarde o nunca pueden tener satisfacciones de carácter artístico, sólo accidentalmente, fruto de circunstancias improvisadas, algunos elencos de categoría dan por terminadas sus actividades en la Capital Federal, aprestándose a la gira por provincias. A lo más, cumpliendo totalmente sus compromisos, les resulta aventurado hacer lo mismo. La estación avanzada, sobre todo los veranos en Córdoba, más propicios a expansiones campestres que teatrales, ponen una nota de angustia en la financiación de estos negocios.
Por todo ello causa alborozo, cuando una excepción, quiebra la costumbre. Es el caso de la compañía de Eva Franco. Debe añadirse que la gira no ha sido forzada. Un propósito acariciado desde hace unos años, se ha cristalizado recién.
Al iniciarse la temporada de Eva Franco en La Comedia de Buenos Aires, se habló de la preparación de la tournée, por lo que los contratos se firmaron por una actuación de pocos meses, a los efectos de presentarse en las capitales de provincias durante la estación de invierno. Y acaso, siempre en el círculo de un rumor que cada vez toma más fuerza de realidad, en el posible alejamiento de las tablas de la actriz para contraer matrimonio.
Eva Franco habría manifestado su deseo de no hacerlo sin despedirse de todos aquellos públicos que la mimaron en sus primeras interpretaciones, que la estimularon vislumbrando todo el brillante futuro que despuntaba de su hermoso temperamento dramático y de comedianta fina y dúctil.
Nadie se engañó en los vaticinios. Eva Franco apuntalando día a día sus prestigios de actriz, llegó a su culminación y consagración definitiva cuando los autores argentinos en instantes felices de inspiración elaboraron las obras que animaría tan extraordinariamente la joven actriz, borrando y desterrando el interrogante siempre permanente de “posibilidades” que torturan a todo artista que no ha llegado aún a la meta definitiva.
Eva Franco triunfó por sobre la simpatía que durante mucho tiempo perecía su único y exclusivo bagaje artístico, desesperante virtud que en lo íntimo de la actriz pugnaba por traducir en otra cosa más positiva, más meritoria: Con calidad dramática, con la garra de la verdadera actriz, con la prestancia y la espiritualidad de gran comedianta. Y toda esa transformación llegó, como debía llegar para quien en su persecución puso toda su juventud e ilusiones, sacrificando las sentimentales en aras de su arte conquistado ahora con un brillante batallar.
Dicho esto, nuestro público, que ha de mantener en sus recuerdos aquella actriz de Retazo, la verá y la oirá, como acaso pensó que sería Eva Franco llegando a su madurez artística.