“La defensa de Alberto Vacarezza”. Los Principios, 6 de Mayo de 1934: 10

El autor dijo al crítico:

“Hacerse, eco de un incidente de “paraíso” alentando la insólita protesta de cuatro muchachos quisquillosos que protestaron una obra antes de verla, es declararse abiertamente en contra de la libertad de juicio, que con todo derecho los críticos reclaman para sí.

Que hubiesen protestado mi obra después de conocerla, por considerarla mala, me habría parecido razonable. Pero que se sientan agredidos los extranjeros por lo que no tiene la más remota intención de ofender a nadie, sino que, por el contrario, intenta ensalzar las virtudes de honradez y generosidad de una raza que es parte de la nuestra y contribuye con su trabajo a la prosperidad del país de su residencia, me parece que es estar completamente al margen de toda lucidez mental.

El andar por el mundo me trajo el convencimiento de que, así como hay espíritus agrios y recelosos que ven un drama sombrío en cada hombre que bosteza, otros hay, en cambio, a quienes el bostezo de los hombres les causa risa. Y ya me enseñó la experiencia que en las cuestiones triviales los primeros en entenderse son los tontos. Por eso el entredicho me sigue oliendo a tontería.

Está de más que repita que, si muchas veces tomé a los extranjeros como personajes de mis sainetes, nunca lo hice con el espíritu de agredirlos. Yo también desciendo de extranjeros. Y de extranjeros y descendientes de extranjeros está constituida la población total de nuestro país, con excepción de los que derivan de los indígenas. Si a Buenos Aires le quitásemos los extranjeros y descendientes de ellos, quedaría totalmente despoblado. De modo que si en lo sucesivo alguien quisiese prescindir de los extranjeros y sus descendientes al componer un sainete porteño, no podría hacerlo sin concretarse a los cuatro nietos de caciques que nos quedan. Que aconseje el crítico que se escriban sainetes mejores, me parece muy atendible y eso es lo que está en la intención de todos pero, para desterrar en absoluto a los extranjeros del sainete popular, habría que empezar por desterrarlos del ambiente.