El propósito que el autor persiguió lo logró ampliamente. La pieza revela en su autor condiciones notables para escribir para el teatro. La interpretación. Ramírez y la señora Costa pusieron todo su entusiasmo y su experiencia escénica
La acogida que dispensó el público ayer, en el teatro Novedades, a la pieza de Francisco Mateos Vidal, Hay que darle con el gusto, debe llenar de satisfacción a su autor, puesto que la finalidad que persiguió con su obra la alcanzó ampliamente. Hizo reír y mucho.
Esto por sí solo revelaría que los progresos que sospechábamos no eran en realidad inspirados por la amistad que nos unía a nuestro compañero de tareas.
La pieza aplaudida anoche acusa en forma notable y evidente condiciones de un hombre de teatro, que a poco que escriba más llegará a dominar todos los secretos del oficio, indispensables para la consagración definitiva.
La pieza
Si consideráramos el nivel general de la producción del teatro por horas en relación a Hay que darle con el gusto, tendríamos rápidamente la opinión formada: ni mejor ni peor que las otras.
Pero debemos comentar, en homenaje al autor, que sus inclinaciones artísticas y de buen gusto le han conducido a construir una pieza con elementos no comunes en el ambiente, es decir apartándose de los ya sabidos lugares comunes de conventillos cafetines de suburbio, cabaret, etc.
Son todos personajes de comedia, no siendo la pieza tal por los trazos caricaturescos y arbitrarias situaciones de los personajes. Su argumento sería difícil explicarlo para que llegara bien claro al lector: no tiene propiamente. Basado en el equívoco de una escena inicial, toda la pieza gira alrededor del mismo, creando una serie de situaciones cómicas y graciosas, que llegan plenamente al público.
En éstas es donde tiene más aciertos la pieza y es donde brillan y se imponen las cualidades del autor, por la justeza de los efectos y por la gracia que derrocha.
Salvando la tolerancia que debe existir para un autor que en realidad puede decirse estrena por primera vez, podrían pasarse por alto la flojedad de varias escenas, como otras que son extremadamente forzadas. Ello no obedece más que a defectos de técnicos, lógicos en toda cosa inicial y que de ninguna manera amenguan los valores del conjunto de la pieza.
No ha pasado, sin embargo, inadvertida la limpieza de los diálogos, bocadillos, más bien dicho, pues toda la obra se caracteriza por esa movilidad que dan las conversaciones rápidas, entre los personajes, al mismo tiempo, que van sucediéndose las escenas con rapidez.
Hemos notado un defecto y lo damos en bien de nuestro compañero y es que, en muchas oportunidades, deja sin solución a más de un diálogo, que corta arbitrariamente cuando éste empezaba a interesar.
En resumen, para nosotros, ha sido la producción de Mateos Vidal una grata revelación. Hemos sentido una inmensa alegría, al escuchar confundidos con el público el elogio y el entusiasmo que arrancaba cada situación. El éxito de anoche, daba el interrogante que se mantenía espectral frente al porvenir de nuestro camarada. Ahora puede pasar por encima de él con fuerte optimismo, hacia la conquista de un honroso puesto en la escena nacional,
Si alguna duda o pesimismo pudo existir entre sus amigos, anoche quedó disipado. Bien por Mateos Vidal.
La interpretación
La interpretación dada anoche por la Compañía Ramírez dice muy bien a su favor. Pusieron entusiasmo y cariño y ello se evidenció tanto más cuanto fueron los aplausos que se le prodigaron.
José Ramírez y la señora Costa, en primer término, pusieron al servicio de sus papeles todo el caudal de su experiencia escénica, y fueron para ellos los mejores aplausos, el resto del conjunto, en roles de menos importancia, se comportó bien y entusiastamente.
Al terminar la función, el público insistió en que hablara el autor, quien, con frases entrecortadas por la emoción, agradeció el homenaje de que se le hacía objeto, comprometiéndose a proseguir en la ruta de hacer teatro, con la línea de conducta honesta y sencilla con que se iniciara.