Hay gran expectativa por conocer la nueva obra de nuestro compañero. El afán y el entusiasmo puesto por José Ramírez en los ensayos de la pieza, hace vislumbrar en ella cualidades poco comunes en el teatro por horas.
El jueves próximo la compañía de José Ramírez dará a conocer una obra de nuestro compañero de tareas Francisco Mateo Vidal, titulada Hay que darle con el gusto. El elogio o hiperbólico, que nace de la amistad, de la vinculación diaria que nos liga al autor tendría que tener una extensión como esas que tienen las tablas astronómicas al medir el espacio que entre sí separa a las estrellas.
Pero no vamos a subir a esas alturas: nos acordarnos de aquello “que quien sube como el trueno suele caer como el rayo”. Más rayo ha de ser sin duda la producción de Mateos Vidal, en la vulgaridad e insipidez de la mayor parte que ocupa las carteleras del teatro por horas, por obra y gracia del exclusivismo comercial de los autores porteños.
Sólo una intención honesta de construcción y de diálogo, en una pieza, es ya toda una hazaña para poder estrenar. Nos parece, dentro de la orientación impresa a nuestro teatro, que las obras deben respirar bastante analfabetismo para poder subir a las tablas. Este es al menos el criterio más aceptable que se desprende cuando uno quiere analizar un poco el panorama teatral.
Nosotros no conocemos la obra, sólo conocemos al autor. Sabemos de sus afanes, de sus inquietudes, de sus ambiciones, de sus pensamientos, de su orientación crítica en el teatro, y como estos elementos sólo se pueden cristalizar en una labor honesta, consiente, y cuidada, tenemos fe en ella. Descontamos el triunfo. No ha de ser, éste apuntalado por las columnas del diario, o por la amistad –que no se prestan a favores engañosos– Mateos Vidal se abre paso batallando, tiene esa “furia” simpática y atropelladora. Tiene la convicción del triunfo y de ahí su rigor, su entusiasmo.
José Ramírez, al leer la obra con esa visión que dan los años de actor, debe haber visto bastante bueno, cuando la incorpora a su repertorio, no disimulando el interés por su estreno. Ramírez ha tenido un gesto y una opinión. El gesto, declarar que no estrene a un periodista local por el hecho de serlo, sino una obra en la que hay cualidades suficientes para no defraudar al público, puesto que siempre debe haber el criterio, por sobre el patriotismo localista, de no caer en el mismo vicio de lo que constantemente se critica: el bodrio.
Nosotros esperamos como nadie el estreno, ansiosos de aplaudir, de seguir a nuestro estimado compañero. Depende de este éxito, que se ensanche el horizonte para Mateos Vidal; de lograrlo nadie sabe dónde podrá llegar nuestro autor. Y ahora esperar.