Ha terminado anoche su poco provechosa temporada la Compañía Dealessi-Morganti. Y esta última función significa el fracaso de una temporada que ha resultado desastrosa por todos conceptos. Indudablemente, ello no ha sido sino consecuencia del poco tacto que la dirección tuvo en la selección de las obras, aparte de otras razones no menos poderosas.
Se ha argüido que el estado de la plaza es malo. Efectivamente, no es todo lo favorable que fuera de desear, pero tampoco es tan malo como para llegar al extremo de que se produzca una ausencia tal de espectadores, que haga fracasar una temporada que no presentó tan malas perspectivas. ¿Acaso la Compañía Serrador-Mari no está realizando una temporada envidiable en el Novedades?
Y tan envidiable es esa temporada, que quienes vinieron por solo veinte funciones postergan su estada hasta la segunda decena del mes de noviembre próximo. Esto no es entonces trasunto del mal estado de la plaza, sino todo lo contrario.
Se le ha achacado a nuestro público falta de comprensión para los espectáculos. Nada más injusto que esa imputación; y tan injusta que, precisamente en este caso, se demuestra todo lo contrario. ¿Falta de comprensión para los espectáculos?
¿Pero es que se tiene la pretensión de llamar espectáculo a eso que nos ha brindado esta compañía? Allí no hubo sino un poco de vanidad y nada más. Aparte del detalle que ya hemos expresado referente a las obras dadas que las hemos juzgado como se merecían, pues muy pocas eran acreedoras a un juicio favorable, el conjunto tampoco satisfizo a la expectativa que la propaganda había enunciado.
Se nos dijo que era el mejor conjunto nacional que se había formado en Buenos Aires y que solamente daría las obras estrenadas por ellos en el Maipo. Y bueno. ¿Con esto se pretendía atraer a este público que no entiende?
¡Qué reverendo chasco! Al público de Córdoba no se le engaña con palabras. Hay que convencerse de una vez por todas que necesita se responda a los anuncios hechos.
El hecho de que las tales obras hayan sido estrenadas en Buenos Aires, no les da patente para que aquí nos hagan comulgar con ruedas de molino. Lo que no sirve, no sirve ni acá ni en la Gran China.
¿Y del elenco? –¡Bien gracias! Allí hay dos únicas figuras: una actriz y un actor que en todo momento no merecieron sino nuestros más elogiosos conceptos por su meritísima labor realizada. Nos hemos referido a Emma Bernal y a Carlos Morales. Los demás nos han resultado más o menos discretos (y nada más…). En cuanto a Pierina Dealessi, con toda sinceridad declaramos que nos convence más como característica. Disculpe, pero es nuestra muy modesta opinión.
Respecto de Morganti, es un actor bueno, pero que en ningún momento logró demostrarse como primera figura del teatro nacional. Y para que se vea que no sólo nosotros tenemos esa opinión de ellos, ahí va el suelto que les publicó La Razón, cuando se despidieron del público de Buenos Aires:
“Despedida de unos cómicos –Terminó la temporada Dealessi- Morganti en el Maipo. Espejo fue de los resabios de ingenuidad pueblerina, que aún se manifiestan en determinados sectores del público; del aturdimiento de poquísimos autores dotados para obra de más valor y la audacia de quienes entran al teatro saltando el cerco; de la anulación, que deseamos pasajera, de una comedianta, en quien se puso muchas esperanzas, y de la incompetencia de un cómico que no abandonará nunca su categoría de media cuchara.
Espectáculos como éstos, mantienen el gusto del público que los concurre, al nivel en que lo dejaron los viejos, pero honestos payasos criollos”.
Y hay más todavía: si el conjunto era capitaneado por el binomio Dealessi-Morganti ¿por qué no tomaban más participación en las obras, entregando los papeles a los demás actores? Y tan es así que muy pocas oportunidades se nos han proporcionado para ver a ambas figuras actuar juntas. Esto, cuando se les ocurría no trabajar ninguno de los dos, o cuando se anunciaba en los programas que Pierina encarnaba un personaje, para después salir con que ese papel lo hacia una artista que ni primera actriz era.
La verdad de todo ello está en los pobrísimos bordereaux, alguno de los cuales arroja una entrada de… (¡Asómbrate lector!) diez y siete pesos por sección. Eso es más elocuente que cualquier otro argumento. ¿No hay que comprobar nada? Si todo ello no comprueba nada, que venga el Nuncio y lo diga, ni aun cuando Salomón opine lo contrario.
En cuanto al “talento” que presupone el crítico de la metrópoli, ya nos ocuparemos mañana para demostrarle que los seudos talentosos tienen que aprender mucho de aquellos a quienes ve entregados al “macaneo libre que caracteriza a los críticos cordobeses”, según ex cátedra lo afirma el enciclopédico Sancho de la Dealessi.