De intento quisimos, haciéndonos más tiempo, dejar para hoy el comentario sobre la función de despedida de la compañía cómica de comedias y luego de sainetes, que capitanea el difundido y simpático Arata con dos únicas secciones.
Fue esta, velada terminal de la temporada, verdaderamente entusiasta y reparadora. Ambas cosas se las merece, sin duda alguna, el popular “capo”. Somos un poco pesimistas respecto al público que, no por ser respetable es menos voluble cuando en ganas le viene y transforma muchas veces en víctimas a sus favoritos, dudábamos un poco del éxito de este “punto final” a una temporada que nada afortunada ha sido. Por el contrario, había dejado a mitad de ella grandemente desilusionados a los cómicos, que con más grandes esperanzas, que tampoco se han visto realizadas en la medida de sus deseos, tuvieron que recurrir de “improntu” el sainete. Y ya se han visto los resultados: no se ha conseguido quebrar la apatía del público. ¿Que no gustaba la comedia chica por a por b? ¡Pues a darles sainetes! No podrá quejarse el público de Córdoba que Arata, director artístico y autor, no ha sido complaciente… Ni podrá decirse tampoco que no ha gustado, que no ha sabido interesar, porque Arata es, precisamente, de los pocos que saben interesar al auditorio por sus cualidades. Lo único que hay en todo es una crisis de espectadores de teatro, general e irremediable en esta última época del año, aparte de que la producción sea buena o mala. Todas las compañías que nos han visitado últimamente han pasado por este vía-crucis del casi o del total vacío… Y hemos tenido conjuntos, como éste que acaba de irse, que no merecían ciertamente esta ingratitud. Han abundado allí las primeras figuras de positivos méritos como Susana Vargas, María Padín, Berta Gangloff, Pepe Suárez, Juan Fernández y otros, cuya figuración han hecho de este conjunto uno de los mejores y más completos del género. Comparado con el que nos trajera Arata el año pasado, es todo un “monumento”… y, sin embargo, aquél supo hacer suya una de las temporadas más brillantes, y ¡con qué obras! Véase si el público no tiene gustos que merecen palos.
Dentro de esta crisis que se ha hecho presente a todas las compañías, el éxito de la despedida de Arata ha sido, pues, reparador. Menos mal que así haya sucedido, ya que Arata y los suyos han podido llevarse esta pequeña satisfacción. Decididamente, ha influido en ese repunte de concurrencia las grandes simpatías con que cuenta el popular capo-cómico. De esto puede estar seguro, como pudo comprobarlo en las cariñosas demostraciones que el público tributó a su persona y en general a toda la compañía cuando el telón final daba con su caída el “adiós” de fórmula. Arata, traduciendo una inevitable emoción, agradeció en sencillas y modestas frases el homenaje, en su nombre y en el de sus compañeros.
Arata vendrá el año próximo. Esto dije, a pesar de todo. Y vendrá por la revancha…