“Una comprobación ingrata”. La Voz del Interior, 28 de Setiembre de 1924: 10

El actor Arata nos visitó el año pasado al frente de una compañía mediocre y con un repertorio mediocre también: dos o tres obras de positivos valores y el resto, la producción del año, carente de toda pretensión artística. Y el actor Arata realizó un brillante negocio. El público llenaba su sala, lo aplaudía y recomendaba sus espectáculos.

El actor Arata, reconocido a nuestro público, quiso devolver atenciones en una forma que lo honra: trayendo este año una compañía de primer orden y un repertorio selecto. En efecto: en la Compañía Arata figuran tres actrices, las señoras Gangloff, Padín y Vargas, dos primeros actores, el cabeza de compañía y el señor Fernández, acompañándolos elementos de valores consagrados que hicieron de esta compañía el conjunto muy completo que actuó en Buenos Aires este invierno. El señor Arata ha traído íntegra a la compañía del Liceo, sin mutilaciones como se hace comúnmente para salir en gira. En su presupuesto figuran varios sueldos de cuatro cifras. Con ese elenco ha interpretado obras que, como Giácomo, ha sido reconocida por la crítica porteña como la de mayores valores estrenada durante el año, Los genoveses somos así, uno de los grandes éxitos del año, El vasco de Olavarría y muchas otras ya consagrados por el público y crítica de la metrópoli. A pesar de todo esto, el público no ha acudido a la sala del señor Arata. Cuando se anunció el estreno de Giácomo en Buenos Aires, dados los prestigios de los autores señores Discépolo y De Rosa, antes de levantarse el telón se habían vendido localidades para llenar el teatro por tres días. Cuando ya consagrada por la crítica y el público  porteño, se estrenó en Córdoba apenas si había media sala. Y así sucedió con las demás obras. La que más gustó fue la más deleznable, la de menos valores: El doctor Kellerman.

El señor Arata estaba desordenado. ¿Qué pasaba? El boletero de su teatro le dio la clave: –Viene mucha gente y pregunta cuando damos Martes 13.

Martes 13 es una pieza de ínfimo género, una de esas piezas sin más objeto que el de alegrar digestión de los espectadores. Entonces el señor Arata, cuyo presupuesto no alcanzaba a cubrir, se dio cuenta de que nuestro público no desea ni pensar ni emocionarse: sólo quiere reír.

Y como la voz de la taquilla puede desoírse, el señor Arata volvió al género ínfimo. Es una pena pero era necesario.

Cuando salga de Córdoba, volverá a dedicarse al género grande. Si alguna vez retorna, vendrá frente de una compañía de sainete con lo que hará un buen negocio. ¿Y la cultura de nuestro público? ¿Y el buen gusto?

Bien, gracias…. –P.