¿Se impondrá en el favor del público el género revisteril? La revista está desalojando al sainete en muchos teatros de la Capital Federal.
Este año no ha podido ser de peores consecuencias para el teatro nacional. Todas las compañías, tanto del género grande como las que explotan el ínfimo, han sufrido económicamente en una forma que si acaso no la preveía el optimismo de los empresarios en vista del éxito de la temporada anterior, en que la obra más mala llegaba fácilmente a las cien representaciones consecutivas, podía sospecharse para quien o quienes, como serenos espectadores, tenían la certeza de que ese asalto al teatro nacional, y especialmente al que ofrece el espectáculo por horas, con una producción tan abundante como escasa de mérito y siempre tocando en la misma cuerda, traería por resultados el aburrimiento del público, al que, por más benévolo que sea, hay que brindarle sino todos los días alguna vez al menos una obra interesante, donde la expresión artística se manifieste por alguna, aunque más no sea que entre dos diálogos de cada cuadro.
Pero ya lo hemos dicho, en teatro nacional ínfimo se ha colocado la misma cuerda: el cabaret o el conventillo. Un incesante desfile de "taitas” y “malevos” ha inundado la escena. Y cuando esto, por excepción, no ha sucedido, nada nuevo ni original, tampoco, se ha ofrecido.
Y es que todos, hasta el vigilante de la esquina, se han sentido “autores”, y con más presunción que conocimientos del idioma, ni menos, se han lanzado a la conquista de la popularidad, lucubrando cada bodrio que ni en Calamuchita, ¡velay!, podría representarse con tanta impunidad…
Los saineteros que mantenían el cetro de una popularidad más o menos bien conquistada, también han declinado, repitiéndose sin ingenio y hasta sin veracidad…
Las buenas producciones que por años anteriores hicieron fundar esperanzas en lo que podría llegar a ser, honestamente, el género chico, han tenido que quedar relevadas ante el afán de ofrecer continuamente novedades, sin hacer selección alguna, en que han caído los empresarios de teatros y los directores artísticos de las Compañías que actúan en Buenos Aires.
Pero esas novedades, naturalmente malas, no han llegado a convencer en manera alguna, con lo que el público ha negado el favor que antes le dispensaba a los conjuntos nacionales que explotan el teatro por hora.
Con muy poca diferencia, algo semejante ha sucedido en el género grande. Pocas, muy pocas producciones de mérito han surgido este año. Y conjuntos tan buenos como el de Angelina Pagano, la Quiroga, Casaux, y todos en fin, a excepción de la que encabeza Blanca Podestá, han tenido que “quebrar” a mitad de temporada. Y si esta última se ha sostenido y sigue sosteniéndose medianamente lo debe a las buenas reprises a que ha echado mano y a las representaciones de estimables obras extranjeras que actualmente viene ofreciendo.
En este tren, las compañías nacionales que han querido evitar la “debacle” total de la temporada, se han dedicado a la explotación de la revista, unos enteramente y otros a medias, en vista de la preferencia que la mayoría del público porteño ha dispensado a este género en virtud de que ofrece, al menos, el atractivo de unos escenarios lujosos y pintorescos y el de las mujeres que, cuando son jóvenes y hermosas, bien valen ellas por la obra entera y, con muchas más razón, por diez sainetes adecuados.
Esta y no otra es la razón del “desvío” del público hacia la revista, género que, por cierto, poco vale en si bien explotado en cambio como lo hace la compañía que actúa en el Idea es actualmente un serio rival del sainete.
La difusión que ha logrado y aceptación que tiene en el público nos inclina a creer que si la producción nacional, tanto en el género ínfimo como en el grande, no mejora, y pronto, se impondrá, si no definitivamente en forma harto sensible, es el crecimiento del teatro nacional.
Lo que sería de lamentar por buenos actores y actrices, algunos de buen porvenir, que actualmente cuenta nuestra escena. Se impone, pues, frente a la crisis del teatro nacional, el esfuerzo de los buenos autores y de los directores artísticos de compañías para depurarlo y salvarlo.