A propósito de las anodinas publicaciones del órgano de las sacristías, en las que fustiga por sistema las obras de cuanta compañía llega a Córdoba, se nos remite la siguiente carta que insertamos gustosos.
En cierto órgano periodístico de esta ciudad que aún llaman "la docta”… apareció ayer un artículo sobre “la inmoralidad en el teatro”. No seré yo quien entre a analizar ese artículo, que no sólo sería fácil de desmenuzar, sino llegar a comprobaciones un tanto dolorosas con referencia a la sapiencia del moralista autor. Voy sencillamente, y para ello aprovecho esa casa abierta que se llama La Voz del Interior, a ocuparme del asunto en cuanto sea quien aquel quiere atacar, pero sin hacerlo como cuadra: de frente y armas vistas.
Decir que el género revisteril es “pornografía procaz”, ¡aquí sobra algo! es no saber lo que se trae entre manos el articulista, en nombre de la Moral, ¿sabrá quién es esta señora a la que lleva y trae con evidente desmedro gramatical? Acusa a las revistas de “la degeneración moral que hoy aflige a la sociedad” ¡Por favor! y si no pide la excomunión de quienes tales espectáculos ofrecen debe ser sencillamente para no hacerles la reclame.
Quiere decirnos el “severo moralista escritor”, ¿qué inmoralidad existe en la exhibición de un grupo de mujeres –algunas de ellas honestísimas madres de familias– como podría demostrarse ataviadas, más o menos ligeramente, pero sin descoco? ¿Qué diferencia hay entre el sutil traje de una girl y el decolletee de un centenar de damas que el sábado se deleitaban con los trinos de Maria Barrientos?
Hay una sí, y muy importante: que para ver a la primera hay que oblar una entrada y en cambio a las otras puede admirárselas gratis y amare…
Y vamos a lo que interesa: la revista es el espectáculo en auge en el mundo entero y a nadie se le ha ocurrido tildarlo del causante de la degeneración de la humanidad, muy por el contrario, hoy la revista es el espectáculo predilecto de la humanidad, tras la ruda faena diaria ¿qué es lo que se anhela? Pues una distracción, pero que ésta no nos haga pensar, que deleite el oído y la pupila, que nos lleve por un instante en alas de la fantasía –musa inspiradora de cuanto revistero existe en el mundo– a países donde todo es bello, donde las mujeres son todas hermosas, donde no se paga alquiler, donde el amor no es amonestado por severos críticos moralistas cordobeses, donde la música es siempre alegre y los colores constituyen la más bella sinfonía.
Esto y nada más que esto es la revista y así los principales teatros del mundo, los más lujosos, los confortables, han sido dedicados a ese género y bien lo saben, lo estiman los potentados argentinos que por serlo, resultan los espectadores obligados de esos teatros. En Nueva York donde la revista ha sido definitivamente mejorada, las grandes estrellas del arte lírico: Titta Rufo, Giovanni Martinelli, Lucrecia Ben, Lázaro, la Galli, Geraldina Farrar y el mismísimo Caruso, desdeñaron muchas veces el Metropolitan House por un contrato en un Folliés de los que hay un centenar. Y allí entre cien mujeres, decorosamente seleccionadas, ataviadas sin la más mínima idea pecaminosa, esas estrellas hicieron sus números y lograron cimentar su fama entre elementos que no podían asistir por mil razones al Metropolitan. En el Alhambra de Londres, teatro de la rancia nobleza británica, ocurre otro tanto de lo mismo. Así en Berlín y en Viena y a ningún crítico se le ocurrió cargar a la revista la fama que aquí acaba de otorgarle un severo moralista cordobés…
Y ahora a lo nuestro: los espectáculos que ofrece la compañía Méndez, han sido apreciados y aplaudidos durante dos temporadas en los principales teatros de Buenos Aires, como el Avenida, el Colón de Rosario, el Municipal de Santa Fe, el Alberdi de Tucumán y el 18 de Julio de Montevideo, y es bueno recordar que en esta última ciudad existe una severa Comisión de Censura, que, por cierto, deja a menudo constancia de su existencia metiendo las cuatro…
Es por lo tanto injusto el cargo, que tan gratuitamente se nos infiere, eso de hacernos aparecer como explotando un género que "atenta la moral y al decoro social”, no estaba en nuestras libros eso de montar un negocio del que viven constantemente setenta personas, en el que se han invertido muchos miles de pesos, amén de esfuerzos inimaginables para su evolución, progreso y en mitad de la jornada, resultar explotadores de la moral pública y menos mal que por no ofender a sus lectores, muy probablemente, el articulista no estampó allí un calificativo malsonante para nosotros…
Y nada más fácil es comprobar cuanto antecede; el severo articulista no tiene para ello más que ocupar una butaca de La Comedia y si esto no le basta, nuestro archivo está a su disposición y comprobará así que Las Hijas del Placer, pongo por caso, despiertan menos erotismo que muchos párrafos de la Biblia!