Dentro del grupo de intelectuales que se dedican al teatro, figura sin duda como uno de sus más eficaces cultores Carlos Suárez Pinto.
El anterior año nos dio una comedia dramática titulada Ella es así, que en su hora mereció justos elogios de la crítica, que puso en evidencia sus dotes de dramaturgo, que han progresado de manera evidente en El contraste.
Es esta comedia –tres actos– un estudio psicológico que su autor hace de un espíritu dual en su duda desorientadora que de la vida tiene, y la incapacidad de penetrar en sus propios instintos e inclinaciones.
Buscador tesonero de su destino de soltero, se encuentra de golpe ante la solicitación de su amor hacia dos mujeres de caracteres y temperamentos distintos en forma fundamental.
Una es frívola, superficial, coqueta y jugadora con su espíritu seco de mujer incapaz de un grave amor que le abra horizontes de hogar feliz.
Otra es buena, recatada, sana, austera y de temperamento apasionado, garantizador de dicha para quien ella quiera.
Allí del contraste, que le pone ante una honda duda que le martiriza: ¿Por cuál se decide su amor? No tiene la seguridad de amar a una más que a la otra.
Y, como siempre, nunca faltan amigos que toman activa parte en sus probables resoluciones con su afán de consejos y discusión, que acaso la traban y la imposibilitan mayormente.
En el segundo acto aparece Julián –el protagonista– ya casado con la mujer buena capaz de hacer su felicidad.
Sin embargo, por razones de sus propias dudas íntimas, no llega a conjurar su espíritu con el de su esposa, la que por su propia timidez guarda su dolor y su cariño en lo más íntimo de su ser.
Así transcurre el segundo acto en el que Alberto, amigo consejero por su intimidad, por convencer a Julián del amor de su esposa, apela a un recurso que él mismo lo califica de vulgar, y consigue que así venga a casa de éste y ambos queden sorprendidos al descubrir ingenuamente que se quieren.
Allí debiera quedar terminada la obra, ya que, desde luego, la trama termina con la debelación del misterio.
Sin embargo Suárez Pinto, a imitación de los autores contemporáneos franceses que hacen tendencia en un propósito talentoso, agrega un acto más que sin duda, aun encuadrando en la obra, no puede imponerse a los dos primeros actos.
Después de breves escenas, termina la obra con una nueva revelación del cariño mutuo. Y así concluye.
Reconozcamos desde luego que el diálogo es admirable, sobre todo si se tiene en cuenta que el autor es demasiado joven. Asimismo, hagamos constar que ha logrado su propósito cultural con la prosa selecta y el buen gusto que en la obra ha puesto.
Es, en definitiva, un esfuerzo que le hace ganarse nombradía entre los que se dedican al arte dramático.
Vaya hasta él nuestra felicitación.