El éxito obtenido anoche por nuestro compañero de tareas Jacinto Ortiz de Guinea, con el estreno de su obra, ha sido el mejor triunfo conquistado por un autor en los escenarios locales.
Eso no lo ha producido, sin embargo el aplauso anticipado de la prensa y la propaganda favorable de determinado círculo, secreto de muchos éxitos teatrales, sino la obra misma, que vista y apreciada por el público, ha tenido desde el primer momento una carcajada espontánea desde él para cada escena y un aplauso clamoroso para el autor.
El Excelentísimo Cardona pertenece al género de la pochade y es tan original que está en las [….] de la obra de salón y la obra de y [….] anticipando así las cualidades de ambas, pero que muchas veces ha sido llevada con acierto a la escena, ya porque se haya encontrado en ellas la expresión de color y la nota de color, ya por lo disparatado de las situaciones se han degenerado en una revista caricaturesca y nada más.
Ni uno ni otro defecto tiene la obra de Ortiz de Guinea, y su autor, de espíritu cultísimo, que tenía que producir, como es lógico una obra moral, libertada de ese chiste mal oliente tan generalizado en el teatro nacional, y darnos, nos ha dado una obra teatral de verdad, en la que el gracejo y la moraleja fluyen de las situaciones mismas y no de los discursos de los personajes.
El vizconde de N se ha enamorado perdidamente de la ex-tonadillera Julieta, convertida por un capricho de la fortuna en hija de un acaudalado propietario, "el excelentísimo Cardona". Ésta, que desde que posee una fortuna no sueña más con un título nobiliario, pone como condición al vizconde […] que sus mismos padres, los altos y distinguidos condes de N, hagan el pedido de mano. Los condes se niegan rotundamente y el vizconde busca un pobre matrimonio de un copista cesante y su mujer, para que hagan el papel de aquellos. El vizconde no ha podido impedir que se agregue en calidad de duque y tío, un vividor y gran borracho de muy poco correcta foja de servicios matrimoniales, y éste lo hecha todo a perder; todo pues hace que "el excelentísimo Cardona" se dé cuenta de la farsa. A pesar de lo cual, se arregla favorablemente para los enamorados, gracias a un título nobiliario caído del cielo y a la no menos oportuna venia de los condes.
El final se produce después de una infinidad de situaciones cómicas que mantienen en una hilaridad continua al auditorio durante toda la obra, a pesar de que una gran cantidad de chistes pasan desapercibidos quizá por la excesiva cantidad de calamboures, muchos de ellos de difícil alcance para el público.
En cuanto a la interpretación de los actores estuvo correctísima, destacándose el señor Jambrina y la señorita Muro, estando las demás harto discretas, con excepción del señor Morate, que lo encontramos muy payaso.
Estas son las ligeras consideraciones que nos vemos obligados a hacer debido a lo avanzado de la hora, confiando en que en la segunda representación podremos ocuparnos más extensamente.