El aplauso del público y el juicio de la crítica han sancionado ya el éxito del vaudeville en tres actos El Excelentísimo Cardona, original de un apreciable escritor residente entre nosotros, el señor Jacinto Ortiz de Guinea.
El estreno, como se sabe, se realizó antenoche en el Teatro Odeón. Estuvo la interpretación a cargo de la Compañía Jambrina, y fue selecto y numeroso el público que hizo acto de presencia.
La obra fue del agrado del público. Bien lo dijeron los aplausos espontáneos e insistentes que prodigó al caer el telón de cada acto, como asimismo al final, en que el autor debió salir a escena y agradecer las demostraciones de que era objeto.
El señor Ortiz de Guinea posee evidentes condiciones de comediógrafo. Sabe ordenar el desarrollo de la acción, sabe conducirla, sabe dialogar con soltura y discreción. Le falta, es cierto, el don de síntesis, tan necesario en el teatro y otro menos corriente que aquel: el equilibrio de las situaciones. Cúbrese esto último, por la fuerza propia de la fabulación, y aquello, por el ingenio, que es en la obra que comentamos, franco y regocijante.
No será de extrañar, entonces, que afirmemos sin reservas que El excelentísimo Cardona es un buen vaudeville, cuyo éxito merecido representa para su autor un legítimo triunfo.
Creemos innecesario entrar en la relación del argumento. Si bien no es de una novedad absoluta (nihil novum...), es indudable que tiene mucha gracia, que el señor Ortiz de Guinea ha sabido aumentar con la habilidad del diálogo. Unamos, pues, nuestros plácemes, a los muchos recibidos por el aplaudido autor.