“El estreno de anoche. La toma de la Bastilla”. La Voz del Interior, 17 de Abril de 1916: 2

En medio de la expectativa de un público que llenaba totalmente a sala, –y cuya afluencia extraordinaria motivó la colocación del consabido cartelito en boletería, se estrenó anoche la revista de actualidad política local en un acto, cinco cuadros y una apoteosis, La Toma de la Bastilla.

Había general interés por conocer esta obra, a la vez que por su carácter típicamente nuestro, por cierta propaganda hecha a su respecto a todas luces maliciosa y prejuzgante. El público, en cierto modo, estaba determinado por una prevención manifiesta. Se habla dicho que La Toma de la Bastilla era pieza de propaganda política, en la que se agraviaba a determinado partido y a sus hombres. Bajo esa impresión, la concurrencia no se atrevía a consagrar un éxito absoluto, en el temor de encontrarse después con una nota desagradable. Así mantuvo la expectativa hasta la apoteosis, momento en que, convencida de que la revista no explotaba encono contra nadie, que era, en su fondo y en su forma discreta y equilibrada, prorrumpió en repetidas salvas de aplausos, que asumieron el carácter de una verdadera ovación.

De este modo ha triunfado La Toma de la Bastilla. Si alguna vez se ha probado aquello de que en todo estreno se entabla una lucha enérgica entre el autor y el público, fue indiscutiblemente anoche, en que la prevención del auditorio […] más desigual el encuentro. Y su éxito así, es indudable que triplica la efectividad de su mérito.

La Toma de la Bastilla reproduce a lo vivo, en cuadros animados, pintorescos, llenos de sabor, de gracia, el presente momento político. Desfilan por sus escenas, entre otros personajes de menor cuantía, el señor Cárcano, el gobernador y el vice electos, los doctores Hipólito Irigoyen, Julio A. Roca, Félix T. Garzón, Elpidio González, Enrique Posadas, nuestro director, etc., todos presentados en forma festiva y despojada de doble intención. Los temas culminantes de la actualidad son tratados con gracia espontánea y fluida, moviéndose las figuras en medio de una caracterización exacta del ambiente y de los tipos.

Tiene La Toma de la Bastilla todas las cualidades de una revista hecha con perfecto dominio del género y de todas sus dificultades. El autor ha sabido manejar con mano segura todos los recursos, haciéndoles surtir efectos de positiva eficacia.

La música es no pot-pourri de trozos conocidos, hilvanados con notable acierto por el maestro Calatayud, ya ventajosamente acreditado entre nosotros. Ella se adapta armoniosamente a la letra, subrayando con gracia la frase y el movimiento del actor. Tributamos, pues, un aplauso merecido y justiciero al inteligente maestro.

Añádase a tales excelencias, una interpretación altamente ajustada. Todos estuvieron bien en su papel respectivo, sacándole el mayor partido posible. Señalemos en primer término a Manolo Montero, que hizo de la figura del señor Cárcano una creación insuperable; a Bódalo que estuvo magistral en sus dos caracterizaciones, una del doctor Posadas y otra de nuestro director, (ésta nos toca de cerca y la juzgamos, pues, con toda autoridad); a Manolo Fernández, que dijo el prólogo en forma irreprochable y personificó con acierto a los doctores Irigoyen y Garzón; a Amodeo que compuso una buena figura del doctor Loza; a las señoras Hernández, Maruja Lopetegui, Vila, Plá y Zúffoli. Todos cosecharon aplausos, que, hay que decirlo, tampoco escasearon en el curso de la obra y que fueron nutridos en muchos pasajes.

Tan alto cúmulo de valores efectivos, a la vez que el convencimiento por los hechos de que la obra nada tenía de personal ni agresivo contra nadie, determinaron para La Toma de La Bastilla el éxito ruidoso que se merecía. Al caer el telón final, el auditorio prorrumpió en una ovación entusiasta, reclamando la presencia del autor. Inútiles fueron las excusas de éste. El público, unánime, obligó a levantar el telón doce o catorce veces, hasta que, ante una solicitación tan expresiva, el autor se vio obligado a aparecer en el escenario y dirigir la palabra al público. La incógnita se despejó, el afortunado padre de la afortunada revista es el distinguido escritor señor Raúl W. de Allende, que ha puesto en la pieza toda la inteligencia y el ingenio que le son propios, a la par de una gallarda valentía.

Hagamos llegar, por último, un caluroso aplauso para Manolo Fernández, que ha sabido montar y dirigir la obra de forma insuperable. No ha omitido esfuerzos para coadyuvar al éxito, que es también suyo a justo título.

Esta noche se repite La Toma de la Bastilla; y confiamos en que, disipadas las prevenciones sin fundamento y conocido el verdadero carácter que la informa, el público festejará muchos detalles interesantes que anoche pasaron casi desapercibidos.

Por lo demás, podemos asegurar que hay cartel para rato.