La obra de Carri Pérez. El domingo, en la función de la tarde, se repitió “Fuerzas que chocan”, afirmándose más, si cabe, el triunfo resonante de la noche del estreno.
La falta de tiempo y de espacio nos obligó a postergar, en el número anterior, una mención individual de los intérpretes, que es de justicia formular, en homenaje a la propiedad de su desempeño.
La impresión de conjunto, ampliamente favorable, se confirma en el trabajo concienzudo de cada actor.
Podestá supo comprender el tipo de Heriberto creado por Carri Pérez. A través del pesimismo implacable de su vida, destacó en todo momento la dignidad del personaje.
Sostuvo su carácter, que nada tiene de unilateral, como otros afines y comunicó a las azarosas alternativas del papel el concepto fundamentalmente informativo de su actuación en el medio evocado. Puede afirmarse que Pablo se mostró en una faz desconocida, orillando con soltura admirable las complicaciones psicológicas del tipo.
Mercedes encontró en la señora Quiroga el temperamento imaginado por el autor. Fue la dama de mundo representativa de la situación en que debía moverse. Esbelta y fina, reconcentrada siempre, no olvidó ni un instante la ficción exterior que estaba obligada a mantener. Hizo una gradación feliz de sus momentos, completando el carácter con una expresión dominadoramente altiva.
Escarcela animó la severa corrección de la entidad de don Ignacio, salpicada de humorismo discreto, y contrastada por su condición de base de la fábula. Ese tinte apenas esfumado de cosa antigua lo exhibió en una de sus manifestaciones menos frecuentes, singularizando la precisión del relieve.
Muy gentil se mantuvo en su actuación la señorita Vidal, dicharachera y desenvuelta, hecha toda una gracia, segura de su misión. Su inquietud elegante perfiló con éxito el rasgo distintivo que representaba. Dio así una nota de eficacia completa
Sabíamos la flexibilidad de Cuartucci, pero el César que tenía a su cargo surgió neto y preciso de la composición que hiciera. El escéptico amable se impuso desde los primeros bocadillos. Fue el hombre de mundo bien acentuado por la intervención de los sucesos.
El filósofo grave de la obra, cuya aparición reconoce la influencia de Dumas (hijo), halló en Quiroga la encarnación apropiada, discreta y digna. Las insinuaciones llegaban como tales y las réplicas se plasmaban con el gesto. Calculó sus momentos y les sacó el partido necesario.
Cenosciuto se encuadró eficazmente en el carácter de Rodolfo, puntualizando con éxito una de las situaciones culminantes.
La señora Diana muy correcta y muy simpática.
El niño Cuartucci asombró por la intuición dramática revelada en esa almita sensible al hondo problema que le toca penetrar tan inconscientemente. Todas sus salidas dieron la impresión de un artista en germen que marcha a la consagración del mañana incuestionable. Hay pasta en él, hay idea y, sobre todo, sentimiento.
Fuerzas que chocan encontró los intérpretes soñados por el autor. Carri Pérez lo reconoce sin reservas. Y cumple a la crítica reforzar la convicción. He ahí nuestra última palabra.