Dos grandes representaciones han tenido lugar en nuestro pobre coliseo de la calle San Martín en las noches del sábado y domingo: las populares zarzuelas La Mascota y La Marsellesa, tomadas del rico repertorio de la opereta francesa.
Una regular concurrencia asistió a la primera de estas representaciones y con un lleno completo subió a la escena la segunda.
Por más que los acostumbrados al arreglo francés hayan tildado estas representaciones de desaliñadas y hasta de agravios musicales, en nuestro sentir y entender las cosas no han corrido del todo mal y la representación de anoche, sobre todo, ha dejado buena impresión en el auditorio, aunque ella haya sido ligera en el círculo reducido de los aficionados a la crítica dramática y musical.
Creemos sinceramente y exponemos nuestra observación al respecto porque con ello creemos prestar un servicio a la empresa, que la falta de un trabajo serio, metódico y continuado, en el ensayo particular y en el general, por parte de ciertos artistas que tanto lo necesitan, es la causa fundamental de los serios percances que están experimentando la mayor parte de las grandes obras que suben a nuestra escena.
No se ha hecho carne en algunos artistas de esta compañía –seguramente por sentirse bien dotados por la naturaleza– la idea de que las facultades innatas para el canto o la escena dramática dan un escaso coeficiente de valor personal cuando no se las disciplina en el trabajo diario y en el estudio de los buenos modelos.
De qué sirve una voz potente que viva […] por los cerros de Úbeda, que tiene oscuridades cuyo calificativo es demasiado sangriento, que tira la cuerda hasta cortarla, que galopa sin brida, que se desboca desnucando muchas veces al jinete?
De nada, fácil es comprenderlo.
Y son preferibles esas voces modestas que reciben toda su riqueza y su gracia de su propia educación, de la gimnasia vocal, hecha con un designio determinado y bajo una férula experta. Así De Lucía quedará eternamente como un gran artista cuyo valor ha dependido de su cultura y de su constancia en el esfuerzo mientras que a Tamagno no se le recordará mañana sino como una poderosa voz en mano de un espíritu cuyo sentimiento artístico se fue.
Volviendo a nuestra compañía del Progreso, repetiremos a su dirección que imponga un trabajo de conciencia antes que salgan las obras a la escena y habrán hecho un favor a artistas que mañana pueden ser algo y cumplido un deber con el público que le ha dado muestras acabadas de simpatía y protección.