«No siempre ha de haber que emprenderla con el fanatismo religioso. Lo justo es condenar todo exceso y todo apasionamiento que vulnere la libertad y el derecho, ya lo inspire el espíritu de secta, ya se pretenda justificar con las reacciones del liberalismo jacobino.
Lo que ha sucedido recientemente en Córdoba, merece la más severa reprobación de todos los sentimientos de cultura y de dignidad que enaltecen a la sociedad argentina.
Con motivo de la representación de Electra, esa tentativa de obra dramática, convertida en divisa de combate para agitar las pasiones en el alma atormentada de la España, la ciudad de Córdoba ha presenciado escenas bochornosas de la multitud que ha tratando de asaltar conventos y de incendiar imprentas, a nombre de la libertad de pensamiento.
¿Y qué saben de libertad los esclavos de sus propias pasiones, ni de pensamiento los que así lo ofuscan con los rencores del encono, si es que alguna vez han iluminado esos cerebros con los resplandores de la verdad?
Si el hombre tiene derecho para luchar por sus convicciones, con el propósito de obtener ese derecho dentro de las formas cultas, que el triunfo sea enhorabuena ejercitado en toda sociedad civilizada se debe observar; y ya que invocan la libertad, los que así la desnaturalizan o violan, debieran empezar por aprender la Constitución Argentina, que acuerda a todos los habitantes el derecho de profesar libremente su culto y de exponer sus ideas por la prensa.
Tanto ardor y tanto entusiasmo desearíamos más bien verlo aplicado en las contiendas de la democracia, de que tanto necesita nuestro país aletargado y desfallecido por la indolencia y el materialismo; y más bien que alzarse contra esos que llaman “ídolos de la religión”, los jóvenes ilusos y los que sienten por atavismo o por trasplante enardecerse en sus ánimos los rencores seculares de las sociedades europeas, preferiríamos verlos emanciparse de la influencia de vulgares caudillos, que también son ídolos, ante los cuales la dignidad abdica, porque así lo mandan el interés y la ambición.
En presencia de lo que ha ocurrido en Córdoba, el silencio sería cobardía. Protestamos contra esas escenas vergonzosas, que no son fruto del liberalismo, sino de lo barbarie”.