En el digesto municipal, y bajo el número 295 existe un decreto cuyo texto es el siguiente:
Córdoba, Mayo 9 de 1892—Siendo un deber del Poder Municipal garantir en lo posible, que tanto la moral y buenas costumbres como la salud pública no sean alteradas, y teniendo en cuenta la frecuencia con que en los teatros de esta ciudad las representaciones terminan a una hora avanzada e incómoda para los asistentes; y existiendo en la Secretaría de la Intendencia quejas reiteradas al respecto, el Intendente Municipal, en uso de las atribuciones que le están conferidas, decreta:
Art.1. Desde la promulgación de este decreto, los empresarios de las compañías que funcionen en los teatros de esta ciudad cuidarán que las representaciones no terminen después de las 12 de la noche.
Art.2. Los infractores incurrirán en la multa de cincuenta pesos nacionales cada vez que se constatare la falta a lo dispuesto en el artículo anterior.
Art.3. Por lo menos con ocho horas de anticipación, se enviará a la Intendencia por los representantes de las empresas teatrales, un programa de la función y el argumento respectivo.
Art.4. Cada falta a lo prescripto en el art. 3 será penada con la multa de cincuenta pesos nacionales, sin perjuicio de ordenar inmediatamente sea suspendida la función.
Art.5. Comuníquese, etc.
Las disposiciones del anterior decreto son claras, terminantes e imperativas.
Según él las representaciones teatrales no podrán terminar pasadas las 12 de la noche; incurriendo en una multa de cincuenta pesos el infractor de esta resolución.
Ahora bien, la representación de Electra en el Progreso, el sábado concluyó a la 1 de la madrugada y el domingo a las 12 y 20 minutos. Es entonces muy del caso preguntarse si el señor Intendente ha impuesto al empresario la multa correspondiente.
Si no lo hubiese hecho, habría faltado a su deber, defraudándose así al tesoro municipal en una suma, mucha o poca, que buena falta le hace.
Además en el considerando del decreto anterior, se consigna el deber que tiene el poder municipal de garantir “que no sean alteradas tanto la moral como las buenas costumbres”. Y bien, le parece al doctor del Barco que cumple con ese deber permitiendo, y lo que es más grave todavía, autorizando con su presencia una representación que ocasiona los escándalos salvajes que tienen indignada a esta culta sociedad, que por intermedio de sus damas más distinguidas fue el domingo a solicitar –sin conseguirlo por supuesto– que no permitiere la repetición de Electra?…
Para terminar nos permitiremos formular esta pregunta al señor Intendente: ¿Ignora acaso que un maestro de una de las escuelas nocturnas de las municipales encabezaba el sábado las turbas sediciosas, agredió a uno de los inspectores de policía y lo insultó con los más groseros denuestos? ¿Cree también el doctor del Barco que con esos maestros anarquistas que instigan a sus alumnos a concurrir a estos desórdenes escandalosos, garantiza también la moral y buenas costumbres del pueblo?
Esperemos que el señor Intendente se digne contestarnos.
Tiene pues, la palabra.