Buenos Aires, 20—Han causado gran indignación las noticias de los atropellos cometidos por los liberales en esa. Los diarios comentan en términos duros el espectáculo grosero dado en las calles de Córdoba, al pretender asaltar los conventos y las imprentas.
El País pública hoy un enérgico artículo, titulado “Barbarie Liberal”, en el que dice que “lo sucedido allí merece la más severa reprobación de todos los que poseen los sentimientos de cultura y de dignidad que enaltecen a la sociedad argentina.”
Ocupándose de Electra la califica de “tentativa de obra”. Refiriéndose a la muchedumbre desenfrenada que intentó el asalto, dice; “¿y que saben de libertad, los que son esclavos de sus propias pasiones, ni de pensamiento los que así lo ofuscan con los rencores de encono, si es que alguna vez han iluminado a esos cerebros los resplandores de la verdad?”.
Agrega que el hombre tiene derecho de luchar por sus convicciones, ejercitando ese derecho dentro de las formas cultas que en toda sociedad civilizada se deben observar, y ya que invocan a la libertad los que así la desnaturalizan o violan descaradamente, debieran empezar por aprender que la constitución argentina acuerda a todos los habitantes el derecho de profesar libremente su culto y de exponer sus ideas en la prensa.
Mejor harían, añade, los jóvenes ilustrados y los que sienten, por atavismo o por trasplante, que se enardecen por los rencores seculares de las sociedades europeas, en emanciparse de la influencia de vulgares caudillos aplicando su orden y su entusiasmo en las contiendas de la democracia.
En presencia de lo ocurrido, termina diciendo El País, “el silencio sería una cobardía. Protestamos contra esos excesos vergonzosos que no son sino el fruto de la barbarie”.
Tribuna ocupándose de Electra, la califica producción desteñida, pálida, torpe.
La Voz de la Iglesia hace notar el sistema de los liberales de Córdoba que ejecutan en la vía pública sus planes regeneradores del sentimiento argentino.
Afortunadamente, dice, allí como acá ha sido la escoria popular, la que ha tomado la representación de la libertad para en nombre de ella, pedir el exterminio de los demás.