Hasta ahora todas las manifestaciones superiores del arte lírico, de la música y de la danza, sólo han podido ser gustadas por el núcleo privilegiado de la sociedad: el de las personas adineradas. El pueblo ha estado siempre ausente de esos espectáculos, que por lo general se realizan en los teatros de lujo, es decir en los más caros, a los que únicamente tienen acceso los que pueden pagar el elevado precio del abono y los que pueden presentarse con el traje adecuado. La blusa del trabajador, que desentona en un medio donde todo es brillante y fastuoso, no tiene cabida en las salas dedicadas exclusivamente para las personas pudientes, únicas que vienen a gozar del derecho de escuchar a los grandes cantantes y a los grandes músicos.
Se ha hablado con frecuencia acerca de la necesidad de proporcionar a las masas obreras los medios que le permitan formar su cultura artística, sin que tales propósitos hayan encontrado en ningún momento el apoyo del Estado, que se ha mostrado mezquino y remiso cada vez que se ha presentado la oportunidad de llevar a la práctica alguna iniciativa en este sentido
En Córdoba, la orquesta sinfónica –honrosa excepción– viene cumpliendo una meritoria labor educativa, al realizar conciertos en los que el pueblo puede ponerse en contacto con las obras de los más grandes maestros de la música.
En Buenos Aires, la Intendencia Municipal proyecta la construcción y financiación de un teatro al aire libre de carácter popular, al que se llevarán los espectáculos que se realizan en el Colón.
De este modo se pondrán al alcance del pueblo las más altas expresiones del arte. El arte dejará así de ser un privilegio del que solamente pueden gozar los ricos.
La interesante iniciativa, que debiera ser imitada en Córdoba proporcionaría a nuestra ciudad una nueva y agradable atracción para el turista, que ya no sería un huésped apresurado de paso para las sierras.